No quiero enfadarme con el algoritmo de youtube porque dado que he rechazado todas las cookies posibles, capado todas las opciones de privacidad imaginables y usado el navegador de incógnito muchas pistas no tiene, eso es verdad. Y lo que también es verdad es que a falta de datos se inventa lo más grande y me trae a contenidos sugeridos unas idas de olla que flipo en colores. Fli-po.
Así que yo ya no me ofendo. Cuando abro el ojo a las 4 de la mañana y veo reproduciéndose el vídeo más random que os podáis imaginar, a pesar de que mi último recuerdo antes de quedarme frita es haber buscado una receta de puré de verduras a las 12 de la noche ni siquiera me sorprendo. Lo que hago es ponerme el sombrero de Jessica Fletcher digital y consultar en el historial del navegador el camino de migas de pan algorítmicas que me ha llevado hasta allí.
Y, como podéis suponer, el viaje de Willy Fogg un juego de niños comparado con el periplo internetero de mi cuenta de youtube en modo desencadenado de reproducción automática. Tal que así: receta de puré de (supongo, por buscar algún vínculo) la influencer de turno. <Salto>. Como limpio mi casa (otra influencer fotocopia de la anterior). <Salto> Estrés, bajones emocionales, charla de amigas (esta será influencer, pero en su casa a la hora de comer, porque yo ni idea de quién es) <Salto> 10 lecciones para ganar autoconfianza (coach-gurú con miles de seguidores entre los que no me cuento, porque tampoco la conozco) <Salto> El secreto para seducir según la ciencia. Y aquí, elemental, querido Watson, llegamos al terrible vídeo que se estaba reproduciendo cuando he abierto el ojo a las 4 de la madrugada.
Lo primero que pienso es que es uno de esos mastuerzos salidos del Pleistoceno superior que dan clases para ligar con técnicas de manipulación de la Edad Media y me da una arcada. Después le oigo decir que hay que huir de esa gente y me quedo más tranquila. Por curiosidad me quedo a escuchar un par de preguntas y el tío dice cosas razonables: que para gustar hay que tener una autoestima sana, ser uno mismo, llevar la iniciativa y mantener la calma, no desesperarse, no idealizar a una potencial pareja que ni siquiera conoces aún. Hasta ahí de acuerdo. Pero claro, luego suelta: la tranquilidad afectiva sexual es saber que en un plazo razonable de algunas semanas puedes encontrar a alguien que te guste y conseguir que te corresponda. Y ahí, amigo, ahí ya se te ha ido la mano. Y no por la parte de que te correspondan, que por supuesto, es un milagro muy poco frecuente. Me refiero ya al paso anterior, a que alguien te interese a ti. ¿Qué? ¿Uno cada varias semanas? ¿En qué mundo ideal se supone que pasa eso? Desde luego en el mío no.
No sé en la época estudiantil, donde conoces una media de 80 personas al día, pero en la vida adulta habitual, en la que se suele ir de casa al trabajo y sota, caballo y rey y en la que, por muchas actividades a las que te apuntes, cuesta un mundo hacer amigos nuevos porque la peña está a sus familias y a sus cosas: ¿de verdad me estáis diciendo que encontráis una persona que os guste cada varias semanas? ¿En serio? No que os parezca guapa, que os guste como para plantearos convertirla en vuestra pareja. ¿DE VERDAD?
No os creo.
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