martes, 31 de agosto de 2010

Sufrimiento postvacacional

¿Notáis cansancio? ¿Depresión? ¿Tristeza inexplicable? ¿Sois víctimas de ramalazos de ansiedad, de inquietud? ¿Os encontráis es un estado general que vuestra madre diagnosticaría acertadamente como "estar de mala leche"? Pues no os preocupéis que no os pasa nada grave: tenéis síndrome postvacacional, como la mayoría de los españoles que vuelven mañana al trabajo. Y sí, ya sé que algunos dicen que no existe, pero, ¿a quién vais a creer, al presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría o a mí, que en lo que soy experta es en supervillanos y batallas? Ah, pues eso.

Hacedme caso. Aunque hoy os lo parezca, no vais a moriros de esto. A unos pocos os durará tres días, a la mayoría algo más de una semana y los más afectados estarán depres un mes. Pocos remedios puedo recetaros, porque es como la gripe, que hay que pasarla y te dura siete días sin tomar medicinas y una semana si las tomas. Hay una solución definitiva, claro: vivir de asueto permanente como Isabel Preysler. ¿Ya habéis hecho la quiniela de esta semana? ¿Y el euromillón?

Yo este año me libro del síndrome postvacacional porque, como este verano no he tenido vacaciones, he eliminado la raíz del problema. Pero, no os creáis, que también sufro en silencio (bueno, con mi superpoder de velocidad verbal quizás silencio no es la palabra más adecuada, más bien, er.. uhmmm, bueno, oye, que yo también sufro ¡y punto!) El caso es que ya me había acostumbrado a estar sola en Speedytown, ahora ha regresado todo el mundo y esto es un infierno.

Vuelvo a tener que hacer dos horas de fila en el banco, a no encontrar sitio en los bares para cenar y a verme obligada comprar en mi hora de la comida para tardar menos. De nuevo, no hay forma humana (ni sobrenatural) de aparcar el coche, ni de llegar puntual a trabajar por culpa de los atascos, ni de coger sitio para sentarse en el autobús. Cada vez que un humano moreno y con cara de se-me-han-acabado-las-vacaciones se cruza en mi camino y me fastidia algún plan pienso: "Ojalá tengas síndrome postvacacional. ¡Y fuerte, además!"

Ya lo sé, está mal, como superheroína defensora de la Humanidad debería dar mejor ejemplo de bondad, pero ¿qué queréis? Esto es muy duro. No sois los únicos que sufrís.

lunes, 30 de agosto de 2010

Mayores, puede. ¿Maduros? Ni de coña.

Este fin de semana he estado en la playa con mis amigos de toda la vida. Nos conocemos hace un siglo y hemos hecho un millón de viajes juntos así que domino a la perfección la información básica para la supervivencia en un grupo numeroso (de éste, en concreto) que convive en un espacio pequeño.
Sé de quién hay que mantenerse alejado por las mañana antes de que se tome el café porque tiene mal despertar y a quién hay que preguntarle obligatoriamente qué quiere comer si el plan es tener la fiesta en paz durante la comida. Puedo adivinar quién se va a levantar a una hora aceptable para hacer turismo aunque nos acostemos tarde y detrás de quién nunca debo entrar al baño, porque tarda mil horas en ducharse. No tengo dudas sobre quién va a hacer la lista de la compra, ni de los que se van a escaquear de las tareas que haya que hacer ni de qué persona se hará responsable del bote común de dinero que pongamos para los gastos. Son muchos años y hay cosas que nunca cambian.
Pero otras cosas sí. Será que en mi último cumple he estrenado década o que los años no pasan en balde, pero este fin de semana me he dado cuenta de cómo nos afecta el paso del tiempo Y las pruebas son irrefutables:

-Ya no vamos de juerga todas las noches. Las que salimos volvemos antes y al día siguiente se duerme todo lo que sea necesario. Ni playa, ni piscina ni turismo ni leches. Dormir es prioritario.

-Los bares excesivamente llenos son prescindibles. Y si no hay más remedio que estar en ellos, se hace gala de una tolerancia cero a empujones y pisotones.

-Han comenzado a aparecer los pijamas de abuelo. Nada de dormir en calzoncillos o con la camiseta vieja que primero se pille. Parte de arriba y de abajo conjuntada, como debe ser.

-Meterse al agua lleva su tiempo. Muuuuucho más tiempo que antes. A no se que venga el gracioso de turno y te tire contra tu voluntad, claro, algo que pasaba antes y seguirá ocurriendo en el futuro, me temo.

Que pasen los años no quiere decir que maduremos, ni que nos volvamos serios. De hecho, para celebrar mi cambio de década, a mis amigos se les ocurrió la brillante idea de disfrazarme. Yo estuve medio de acuerdo hasta que descubrí el disfraz que me tenían preparado.

Cuando lo supe ya era demasiado tarde. Lloré, supliqué, amenacé con usar mis superpoderes, pero no sirvió de nada. Tuve que ir toda la noche de marcha vestida de conejita de Playboy. Ya os podéis imaginar los resultados. A las siete de la mañana éste era el balance:
-10.000 felicitaciones por mi despedida de soltera y mi próxima boda.
-2.000 enhorabuenas por mi feliz divorcio.
-30 peticiones de matrimonio, una de ellas formulada por una mujer.
-Siete millones de carreras por los bares reclamando que me devolvieran mis orejas. "Se mira pero no se tocaaaaaa"
-Reservas de vergüenza disponibles: cero. Se me gastó toda aquella noche.
Madre mía, qué cumple. Ni me quiero imaginar lo que me espera dentro de otros diez años.

jueves, 26 de agosto de 2010

¡Quiero el libro de reclamaciones pero-que-ya!

Siento decirles esto a los fans incondicionales de los superhéroes, pero no somos perfectos. Tener poderes extraordinarios es genial, pero como todo los bueno en esta vida, causa efectos secundarios. En mi caso, por ejemplo, mi supervelocidad me afecta al cerebro y propicia que tenga reacciones extrañas. Como ésta.

Cuando me pasa algo lo suficientemente malo como para poder incluirlo en la categoría de Putada-como-la- copa-de-un-pino me lleva un tiempo aceptarlo. Durante unas horas o unos días (depende del tamaño de la putada en cuestión y de mi momento vital) entro en un absurdo bucle de pensamiento en el que no hago más que repetirme a mí misma que ha habido un error y que la putada no debería haber pasado.

Es irracional, desatinado e inútil, lo sé, pero no puedo evitar reaccionar con enfado, como si me hubieran estafado con la factura de la luz, por ejemplo. En esos días me encantaría que la vida tuviera un Departamento de Reclamaciones al que ir a montar un pollo. Con mi superpoder de velocidad verbal ya os podéis imaginar que sería un pollo que pasaría a los anales de la historia como el pollo más grandes jamás montado.

Speedygirl (S): Mire señorita (me atendería una mujer, porque una reclamación en la que no se pueda decir "señorita", pierde mucho) llevo años esperando a que George Clooney me pida matrimonio y me acabo de enterar de que tiene una novia nueva, que obviamente no soy yo, porque esta cara iba a tener yo si mi novio fuera George Clooney. En fin, a lo que iba, creo que he sido lo suficientemente paciente, pero la verdad, no veo que estén ustedes haciendo lo necesario para que yo empiece una brillante carrera de actriz en Hollywood o para que él se compre una casa en España para retirarse. A ver si se creen que me vale con que nos conozcamos a los 90 años, que yo no firmé para pasar los últimos cinco minutos de mi vida con un galán arrugado como una pasa.

Señorita del Departamento de Reclamaciones (SDR): Es que las cosas llevan su tiempo...

S: Si bueno, pero es que tampoco es que se estén luciendo en otros terrenos, porque a estas alturas yo debería ser ya la superheroína más famosa de la historia y míreme... que no tengo ni mi propio cómic. Harrrrrrrrrta estoy de oír hablar de Superman, Spiderman y la Mujer Maravilla. ¿Qué pasa? ¿Que ellos pagaron más? ¿Que su dinero es mejor que el mío? Mire señorita, no me gustaría tener que usar mis contactos como contadora de cosas para decirle a la gente cómo gestiona su empresa la Vida, haciendo diferencias entre unos y otros, que no quiero ni pensar lo que han hecho para obtener este trato de favor.

SDR: Tampoco nos pongamos así...

S: Vamos, y si empiezo a hablar de dinero no acabo. ¿Dónde están mis millones? ¿Y mi limusina con chófer? ¿Y mi mansión? ¿Pero usted sabe la cara que se me queda a mí cada vez que me encuentro con el pánfilo de Batman y me cuenta lo bien que se duerme en las 200 habitaciones de su casa? Pero a ver, ¿por qué ese tipo es rico y yo no? A ver, ¿por qué? Deme una razón, venga, deme una.

SDR: Las cuestiones pecuniarias las lleva otro departamento

S: Si aprecia en algo su vida NI SE LE OCURRA mandarme a otro departamento. Llevan meses mareándome y pasándose la pelota unos a otros. Yo es que, de verdad, no sé para qué me molesto en explicarle mi caso a usted, que no decide nada. Quiero hablar con su jefe. O mejor, con el jefe de su jefe. Vamos, hombre, esto no va a quedar así. Como que me llamo Speedygirl que lo mío lo arreglan. Por mi honor de superheroína.

Cómo me gustaría poder montarle un pollo así a alguien. Casi seguro que no servía de nada. Pero me iba a quedar de un relajado...

miércoles, 25 de agosto de 2010

Los No-me-beso-porque-no-me-llego.

Todos conocemos a alguno. Te los puedes encontrar en el trabajo, en la reunión de vecinos, en la fila del supermercado... Son fáciles de reconocer porque suelen tener unos andares muy característicos, un forma de mirar particular y una manera de hablar inconfundible. Abren la boca y no te queda ninguna duda de que el especímen que tienes delante es uno de ellos: los No-me-beso-porque-no-me-llego.

Hablo en masculino por acortar, pero en esta categoría entran tanto chicos como chicas. Son individuos que tienen un altísimo concepto de sí mismos y que creen que todo lo hacen bien. Y que quede claro, que entre ellos no incluyo a las personas seguras, que es algo muy distinto. Me parece muy sano que alguien se conozca, sea consciente de sus puntos fuertes y de sus debilidades, valore más sus cosas buenas y vaya por la vida pisando fuerte. Saben cuáles son sus virtudes y las potencian para obtener buenos resultados. Es algo digno de admirar y me encanta.

Los No-me-beso-porque-no-me-llego no son así. Ellos REALMENTE creen que no tienen fallos y que son mejores que los demás y les parece necesario demostrarlo permanentemente. Lo más triste es que los únicos que se creen el rollo de su infalibilidad son ellos mismos y los demás aguantamos sus chapas pensando: "Pero tronco, ¿que me estás contando?"

Si se habla de trabajo "ellos tienen taaaaaaaanto éxito en su profesión", si se comenta algo sobre la familia "ellos tienen unos hijos taaaaaaaaaaan listos, taaaaaaaaaan guapos y taaaaaan buenos" y si la conversación va sobre casas "la suya es taaaaaaaan bonita"... Por supuesto son los que más mano tienen en la cocina, los que mejor se defienden con las nuevas tecnologías y los que más gusto demuestran al elegir la ropa. Si pasas mucho tiempo con ellos, terminas teniendo la sensación de estar viendo la Teletienda las 24 horas del día.

"Compre el nuevo modelo No-me-beso-porque-no-me-llego 2.0. Tiene todas las prestaciones imaginables por un precio increíble. Es guapo, inteligente, simpático, divertido, amable, solidario, creativo y un portento en la cama. Aproveche esta inigualable oferta y si llama ahora mismo se lo enviaremos con un repertorio de chistes de Lepe, de regalo. No espere más. Busque, compare y se encuentra algo mejor, le devolvemos su dinero. Pero no lo encontrará, créanos".

Vale, que sí, que eres un tío chachi, ya nos hemos enterado. Pues mira, quien se lo trague, que te compre. Yo paso. Si fueras tan bueno no necesitarías hacerte tanta publicidad.

martes, 24 de agosto de 2010

El derecho inalienable a no hacer ni el huevo

Finales de agosto. 40 grados a la sombra. El 90% de la población española (tirando por lo bajo) está torrándose en alguna playa o refugiándose del calor en algún lugar de la montaña. El 10% restante está compuesto por una panda de desafortunados que no tienen otro remedio que acudir a su puesto de trabajo, pero que lo último que quieren es trabajar. Son conscientes de que la mayoría de sus compatriotas está disfrutando de sus vacaciones sin mover ni un dedo, saben que la ley garantiza la igualdad entre los ciudadanos y están decididos a ejercer su derecho inalienable a no hacer ni el huevo (especialmente) en agosto.

Y ojo, cuando un español se propone cumplir la ley y ejercer sus derechos, no hay nada que hacer. Puedes intentar obligarle, presionarle, ponerle contra las cuerdas... pero le saldrá la fuerza racial y el genio propio de los hispanos y entregará la vida antes de rendirse y hacer algo productivo. Él ha decidido tocarse las narices a dos manos durante todo el mes y ni tú ni nadie logrará que ceje en su empeño.

El problema es que los contadores de cosas tenemos que seguir contando el mismo número de cosas sea la fecha que sea y necesitamos que algunas personas continúen haciendo su trabajo, para poder contarlo. No es falta de patriotismo, ni que seamos unos esquiroles ni que tengamos ganas de molestar... es que no nos queda otro remedio. Así que hacemos millones de llamadas al día para conseguir información y tenemos que aguantar que nos den largas de las formas más variadas jamás imaginables. Por ejemplo:

-Asegurar que todo es IM-PO-SI-BLE
-Uffffffff, ¿2+2? Sólo te lo puede explicar Zrutanito y está de vacaciones. Que te lo cuente otra persona IM-PO-SI-BLE, ese tema sólo lo lleva él.
-Uffffffff, ¿las tablas de multiplicar? No te las puedo conseguir, IM-PO-SI-BLE. Esos datos son dificilísimos de recabar, ni idea de quién los puede tener.
-Uffffffff, ¿qué quieres contar el qué? Cambia de tema pero-que -ya. Eso es IM-PO-SI-BLE de sacar.


-Procrastinar, a ver si te cansas o te olvidas
-"Ah, Speedy, sí, que llamaste el lunes para hablar con Don Importante, pero han pasado 24 horas y no he podido reunir fuerzas para conseguir alargar el brazo, descolgar el teléfono, marcar el número (¡que tiene 9 cifras, nada menos!) y avisarle. Llámame mañana a ver si he logrado esta hazaña.

-"Ah, Speedy, sí, que llamaste el lunes y el martes, aquí tengo la nota en la que apunté lo que querías. Pero después caí en que igual Don importante está de vacaciones y no te puede atender. Llamaré mañana a ver si está de vacaciones o no. ¿Que llame hoy? Ayyyyyy, mujer qué prisas"
-"Ah, Speedy, sí, que llamaste el lunes, martes y miércoles... le he mandado un correo a Don Importante para saber si puede hablar contigo, pero aún no me ha contestado, ya te diré algo cuando lo sepa"
-"Ah, Speedy, sí, que llevas toda la semana llamando... Tú querías algo relacionado con Don Fundamental o Don Esencial... Ah, sí, sí, es verdad, Don Importante. Ya si eso mándame un correo con lo que quieres en concreto, que no lo tengo muy claro...

-Pasarse la pelota unos a otros
A- "No, no, para esto tienes que hablar con B"
B- "No, este tema lo lleva siempre C"
C- "No, el que mejor te puedo explicar esto es A. ¿Te ha dicho que yo? No, no , pues ahora le llamo y te atiende seguro, no te preocupes"
(Jamás vuelves a saber de ninguno de ellos, por supuesto, se habrá abierto una grieta en el suelo y se los habrá tragado la tierra)

-Desaparecer por arte de Magia Borrás
-"¿Fulanito? Está tomándose un café, llámale dentro de tres cuartos de hora" (¿45 minutos? Pero qué pedazo de tanque de café se está metiendo entre pecho y espalda,¿ no?)

-"Ah, ¿eres Speedy otra vez? Pues Fulanito juuuuusto se acaba de meter en una reunión, le digo que te llame".

-"¿Fulanito? Juuuuuusto acaba de salir, inténtalo mañana".

-"¿Fulanito? Está por aquí, pero ahora mismo no le veo sentado en su sitio. Pero vamos, que le he pasado nota de que quieres hablar con él y te llama seguuuuuuuuuuuuuro".

-"¿Fulanito? No, no me suena que trabaje aquí nadie llamado Fulanito".

Trabajar en verano es genial. Yo también quiero desaparecer.

lunes, 23 de agosto de 2010

Zona de guerra

Speedytown es una ciudad bonita y tranquila pero si venís hoy a visitarla seguro que os creéis que habéis llegado al escenario de un horrible conflicto bélico, castigado por años de bombardeos aéreos y blanco de tres o cuatro bombas atómicas, por lo menos. Obras de todo tipo colapsan las calles, generando cientos de zanjas, montones de escombros y un indescriptible caos circulatorio que le dan el aspecto de una auténtica zona de guerra.

Este no es mi entorno ideal, pero podría aceptarlo si supiera que es algo temporal que va a cambiar a corto plazo. El problema es que Speedytown es una zona de guerra desde que soy capaz de recordar. La ciudad lleva años encadenando importantes proyectos que exigen la construcción de grandes infraestructuras y, por tanto, traen consigo una enorme cantidad de insoportables obras, insufribles ruidos, molesta suciedad y desesperantes atascos.

Al principio intentas ser comprensivo. Piensas que el importante proyecto de turno va a ser bueno para todos y que el sufrimiento es necesaro para el bien común. Te repites a tí mismo que, cuando terminen las obras, tendrás un puente nuevo para cruzar a la otra parte de la ciudad o una circunvalación que te librará del tráfico de la hora punta y vas aguantando. Pero después los trabajos acaban, el proyecto de turno pasa y antes de que te des cuenta ya han empezado con las obras del siguiente. Y entonces quiere gritarrrrrrrrrrrrrrrrrr.

Os lo digo en serio, esto va a ser un problema de salud pública. Si yo, que soy una persona pacífica que vela por el bien de la Humanidad, pienso unas 10 veces al día en asaltar cualquier administración pública con un bazooka y cargarme a todo el personal, no me quiero imaginar lo que planearán individuos con niveles altos de hostilidad reprimida. Y ya los tarados ni os cuento.

Pero es que al final nos van a volver locos a todos. Porque lo malo no son las obras. Lo peor son los cambios que traen consigo y que nadie tiene la brillante idea de avisar. Así, salir de casa cada día se convierte en una aventura.

-Todos los autobuses están desviados y las paradas provisionales se trasladan continuamente. La gente vaga por las calles buscando el cartel del bus que necesita y termina subiéndose a cualquiera, porque tampoco están claros los itinerarios. Obviamente muchas veces no le sirve y tiene que bajarse para coger otro. Hay que jugársela a un número, a ver si hay suerte. Al final te parece que estás en el casino, apostando en la ruleta. Rojo, par y pasa.

-El 90% de las calles están en obras y la peor es la avenida principal de la ciudad, en la que también le han complicado la vida a los peatones. Las personas que quieran cruzar de una acera a otra tienen que hacerlo por los inseguros pasos que se han habilitado entre las zanjas y que están indicados. MAL indicados claro. Terminas recorriendo la calle de arriba a abajo diez veces siguiendo unas flechas que te llevan a cualquier lado menos a la acera de enfrente. ¿Tienes que cruzar Speedyvía? Pues sal de casa dos horas antes, o llegarás tarde a trabajar.

-Las obras obligan a cortar algunas calles y cambiar el sentido de otras para que los vehículos puedan llegar a algunas zonas. Señores responsables del urbanismo de Speedytown, igual les sorprende lo que les voy a decir pero, en casos como estos, viene bien poner un cartel. GRANDE, si es posible. Más que nada para que a los conductores no se crean que hay una invasión de kamikazes que se dedican a ir en sentido contrario o que se han creado pistas de coches de choque en medio de la ciudad.

Bueno, pues este es mi día a día desde hace años. La parte buena es que nunca te aburres, siempre que sales de casa te encuentras alguna sopresa. En el fondo está guay, si alguien quiere probarlo, hacedme una visita. Os reservo plaza en el Speedyhogar.

viernes, 20 de agosto de 2010

Radar estropeado

Soy Speedygirl, una superheroína de fama mundial. He salvado a la Humanidad mil veces de grandes peligros y mantengo a raya a los villanos más malvados con mis poderes extraordinarios. Hay muchas cosas que se me dan bien, pero en fin, lo reconozco, también tengo algún que otro fallo. Unos... dos millones, fallo arriba, fallo abajo.

Uno de los que me da más rabia es que me cuesta reconocer las señales. Y no me refiero a las indicaciones de tráfico (que sería un problema serio, dada la velocidad a la que me muevo), sino las señales que emiten (o querría yo que emitieran) los chicos que me interesan, en plan romántico, digo. En eso soy un auténtico desastre. No me entero de NADA.

Yo creo que mi supervelocidad produce algún tipo de onda que estropea mi radar de indicios amorosos o algo así. El caso es que se me da fatal porque o me paso o no llego. O me creo que el chico en cuestión no sabe ni que existo o me invento mensajes subliminales en cada movimiento que hace. En plan, "no se le ha caído el boli sin querer, lo ha tirado a propósito para pedirme que se lo devuelva y tener una excusa para hablar conmigo" (sí, sí, soy así de pava, aunque os cueste creerlo)

Esto da como resultado que cuando me interesa alguien, cada detalle es objeto de un pormenorizado análisis. Primero en solitario, en esos largos estudios en los que clasifico los pros, los contras y toda la baraja de posibilidades. Y después llega lo mejor, por supuesto, la fase de debate, en la que contrasto opiniones con mis amigos, desesperados por mi inutilidad.

Speedygirl (S): Me ha oído que hablaba por teléfono y que quedaba con unas amigas y me ha dicho que si podía venir.
Amigos Desesperado 1 (A.D.1): Y le habrás dicho que sí, ¿no?
(S) Pero hombre, es que me ha parecido que era una broma, y le he contestado de coña que qué más quisiera él.
(A.D.1) Pero, pero, pero, pero... ¿por qué?
(S) Pero hombre, que luego lo he arreglado, por si acaso no era broma, le he dicho que si quería venir, que me diera un toque al móvil.
(A.D.1) Y le has dado tu número, claro...
(S) Ah, no, pues no caí...
(A.D.1) ...
(S) Pues el caso es que el otro día pasó otra cosa. Comentó que estaba muy morena y que el vestido blanco que llevaba me quedaba muy bien. Luego me prestó una cosas que me hacían falta y me dijo que para agradecérselo tenía que invitarle a una caña.
Amigos Desesperado 2 (A.D.2): Pues ya estaaaaaaaaaa, qué más necesitas, ¿que te envíe una invitación por carta certificada?
(S) Pero hombre, a lo mejor él es así con todos... Que por la mañana estaba hablando con otra chica y le ha dicho que tenían que quedar un día ellos dos con una amiga común que tienen.
(A.D.2) La clave es, ¿se lo ha dicho con la misma cara, el mismo tono?
(S) No sé, ellos estaban hablando por teléfono y no he empleado mi supervelocidad para llegar a donde estaba él y verle la cara.
Amigos Desesperado 3 (A.D.3) Pues ya sabes para la próxima vez lo que tienes que hacer. ¿Te ha vuelto a decir lo de la caña?
(S) Pues... estuvimos siete días sin hablar y me lo repitió en cuanto me vio la semana siguiente.
(A.D.3) ¿Te hago un dibujito?
(S) Y después me enteré de que las cosas por las que yo le debía la caña, a los demás se las presta gratis, sólo me dijo a mí que tenía que invitarle a algo en agradecimiento.
(A.D.3) Blanco y en botella.
(S) Pero hombre, eso a lo mejor significa que le caigo mal y no me quiere hacer favores sin algo a cambio.
(A.D.3) Como vuelvas a decir "pero hombre" te doy un bofetón que nos morimos los dos: tú del bofetón y yo de la onda expansiva.
(S) Jolín, un poco de cuidado que soy una superheroína indestructible, pero tengo mi corazoncito....

jueves, 19 de agosto de 2010

Horchata en las venas

La mayoría de la gente cree que los superhéroes venimos de otro planeta, nos transformamos porque nos muerde un bicho radioactivo o somos el resultado de algún experimento. Y esto sólo es cierto a medias. Los superhéroes no sólo nacemos, también nos hacemos. Aprender a manejar poderes extraordinarios no es fácil y casi nadie lo hace solo, como aparece en las películas o en los comics. Para convertirse en un eficaz defensor de la justicia, hace falta esfuerzo, dedicación y bastante ayuda. El mejor truco es aprender de los experimentados porque en la lucha contra el mal, como en todo, más sabe el diablo por viejo, que por diablo.

No es que tengamos escuelas de Superhéroes como los X-Men (qué desilusión, ¿eh? Ya me imagino que más de uno pensaba pedirme una visita guiada por estos centros), pero sí que tenemos becarios que nos acompañan en las aventuras más sencillas. No los habéis visto porque cuando se libra una batalla, entre la adrenalina, la emoción y el riesgo de muerte, nadie se fija en los detalles. Pero los becarios están ahí, discretos, callados, absorbiendo conocimientos.

O al menos, antes era así. Las nuevas generaciones han cambiado mucho. A la mayoría no les interesa nada, ni tienen la más mínima ilusión. Parece que te acompañan por obligación. Que te dan ganas de decirles: "A ver, hijo mío, ser superhéroe no es fácil. No tienes horarios fijos, ni tiempo para ti, ni seguridad social ni pensión de jubilación cuando te retires. Te va a costar años hacerte un nombre y en cuanto te retires caerás en el olvido en menos de un segundo. Si este trabajo no te encanta, si no es tu vocación de verdad, déjalo ya y no pierdas años de juventud. Estudia oposiciones y hazte funcionario, que es lo mejor para llevar una vida tranquila".

Y que conste que yo entiendo que los comienzos son duros. Porque los becarios participan en la misión, pero luego no salen en la foto de portada del periódico y el público no les aplaude. Y además tienen que hacerse cargo de las tareas más tontas, para ir practicando. ¡Pero son sus primeras aventuras, deberían hacerles ilusión! "Vale, has bajado a un gato de un árbol con tu poder telepático, no es precisamente el colmo de la emoción. Pero ¿qué quieres? ¿Que tu primer encargo sea rescatar a Sara Carbonero? Pues para dejarla impresionada tendrás que ensayar antes con el gato, ¿no te parece? Que esta chica tiene mucho mundo."

Pero si hay algo que de verdad no comprendo es su falta de iniciativa. Vale, acabas de empezar, te queda todo por aprender, pero hombre, pónle ganas. Que se note que te esfuerzas. Si te pido que me ayudes cortando el paso al supervillano de turno por la derecha y te encuentras una valla, sáltala. O rodéala. O fúndela con los rayos que te salen por los ojos. Haz un túnel en el suelo, busca un atajo, pregúntame... no sé, sé creativo. Que no parezca que has pensado "Ups, una valla, como no puedo pasar voy a tumbarme al sol a ver si se me iguala el moreno, que el supertraje de verano me ha dejado marca".

"HAZ COSAS. Si no funcionan lo voy a entender y si metes la pata no me voy a enfadar. Todos la cagamos en las primeras... no sé, 1.200 misiones más o menos. Si yo te contara mi primera vez..." (Uhmmm, esto tengo que contarlo un día por aquí)

Es como si tuvieran horchata en las venas, no hay forma de ponerles las pilas. A este paso voy a tener que chivarles hasta lo más básico: "Venga, apúntate a todas las movidas que tengan que ver con fuegos, que seguro que está por allí Iceman y su becaria de este año está que cruje". Si es que hay que decírselo todo...

miércoles, 18 de agosto de 2010

Horóscopos

No soy una persona supersticiosa. En general no me preocupa que sea martes y 13, que se me haya roto un espejo en casa o que la pitonisa Lola me ponga dos velas negras. Mucho me temo que el 99% de las personas que echan las cartas tienen más cuento que Caperucita y creo que alguien podrá predecir mi futuro cuando la ciencia avance y podamos viajar en el tiempo, pero no antes.

Y sin embargo... me encanta leer los horóscopos, lo reconozco. Y es inexplicable, porque sé que a menudo no tienen una base real y que muchas veces se los inventan los becarios de la publicación de turno. Y esto no me lo imagino, lo sé, porque yo fui uno de esos becarios. En uno de mis chungocurros me encargaba de transcribir diariamente los horóscopos de unos folios que nunca supe de donde salían, aunque supongo que no directamente de las estrellas. El caso es que a veces faltaba alguna página y por tanto, la información de algún signo. El espacio había que rellenarlo igual, así que no quedaba otro remedio que recurrir a la creatividad.

Yo soy Leo. Ni os cuento en esos días de falta de folios lo bien que ponía el horóspoco que les iba a ir a los Leo en salud, dinero y trabajo. Y, qué casualidad, si el chico que me gustaba por aquellos entonces era Piscis, el horóscopo aseguraba que este signo debía concentrarse en su vida personal y no dejar escapar su amor verdadero, que estaba cerca de él y pertenecía a los signos del fuego, probablemente Leo.... ¡Casualidades de la vida!

Bueno, pues sabiendo todo esto... ¡me encanta mirar los horóscopos! No lo puedo evitar. Si por la mañana leo que mi vida amorosa va a dar un giro, ya me imagino por la noche cenando con George Clooney y encontrándome un anillo de compromiso escondido en la tarta del postre. Si me advierte de que tenga cuidado en mis asuntos laborales me empieza a parecer que en el curro todos me miran raro y si me recomienda que aplace mis planes, pienso durante un segundo en aplazarlos, aunque no sé exactamente a qué planes se refiere. Lo mejor es, desde luego, cuando dice que me envuelve un fuerte magnetismo que va a admirar a los que me rodean. Ese día me subo a mis tacones, me pongo las pinturas de guerra y voy por la vida pisando fuerte... ¡Seré pava!

Si, ya lo sé, estoy fatal de lo mío. Esto va a ser del riego, o algo.

martes, 17 de agosto de 2010

Cuando yo sea presidenta del gobierno....

Hace bastante que le estoy dando vueltas y ahora que mi carrera de superheroína ya no me quita tanto tiempo, ya no tengo excusa para posponerlo. Voy a ser presidenta del Gobierno. Así, sin más.

Está claro que ahora es un buen momento para ponerme a ello: Zp está quemado, Rajoy no tiene pinta de ir a arrasar en las próximas elecciones y no se ve en el horizonte a corto plazo el nacimiento de ningún líder político carismático que trunque mis aspiraciones. Así que no creo que tenga grandes problemas para hacerme dueña y señora de la Moncloa en breve.

Y queridos y respetados lectores, cuando yo sea presidenta... las cosas van a cambiar. De los temas importantes no me voy a olvidar, claro. Formaré un sólido equipo de mentes preclaras que encontrarán soluciones para el paro, la crisis, la violencia, la desigualdad, el hambre en el mundo... Todo eso lo vamos a dejar niquelao, en un plis.

Pero, sobre todo, yo misma me voy a ocupar de otros asuntos que hasta han quedado injustamente olvidados y en lo que ya es hora de que alguien ponga orden. Queridos lectores, cuando yo sea presidenta:

-Quedarán prohibidas las canciones y películas deprimentes y de llorar. Sólo tendrán permiso especial de exhibición las grandes obras maestras y siempre bajo supervisión de personal emocionalmente preparado.

-Se exigirá un etiquetado más claro en las películas románticas que deje cristalino que "no están basadas en hechos reales" y que "cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia".

-Los días de lluvia se fijarán estableciendo un calendario ordenado, para poder programar vacaciones y viajes sin que el mal tiempo lo estropee. Esto no sé muy bien cómo lo voy a hacer, dedicaré más recursos a la investigación de los fenómenos atmosféricos o utilizaré mi anillo de viajar en el tiempo para traer este adelanto científico del futuro.

-Se fijará un límite máximo de horas de retransmisiones e informaciones relacionadas con el fútbol en televisión. Estudiaré tomar la misma medida en medios escritos y radiofónicos.

-Se impondrán multas a partir de 1.000 euros a los cobardes que dejen a su pareja por correo electrónico, teléfono o sms o sin dar las oportunas explicaciones. También habrá sanciones, aunque menores, para aquellos que estén "empezando algo con alguien" y de repente dejen de llamar y de coger el teléfono, sin más.

-Se castigará con horas de trabajos comunitarios a los perros del hortelano de larga duración o que lo hagan a conciencia y a mala idea.

-Se repartirán ejemplares gratuitos de diccionarios de traduccion pensamiento masculino-pensamiento femenino y se impartirán cursos de formación subvencionados.

-Se someterá a estrecha vigilancia a los jefes tocapelotas. Al mínimo signo de que dan la chapa sólo para marear a los curritos...¡Zas! ¡Sanción! ¡En toda la boca!

-Lo de prohibir trabajar los lunes me lo estoy pensando, pero supongo que sólo conseguiría trasladar al martes el drama de comenzar la semana laboral... Por ahora creo que empezaré instaurando puentes de cinco días obligatorios una vez al mes. Y ya veremos cómo evluciona la cosa.

En fin, tengo más ideas, esto sólo es el primer borrador. Por supuesto, como demócrata convencida que soy, espero impaciente las sugerencias de los lectores para incorporarlas a este apartado de mi programa electoral. Eso sí, después votenme, ¿eh?

lunes, 16 de agosto de 2010

Cumpleaños ¿feliz?

Hace unos días que fue mi cumple. Para los superhéroes estas son fechas especialmente complicadas porque, como nuestra vida profesional es muy breve, nos preocupa el paso del tiempo. Y es que otras profesiones de corta trayectoria tienen segundas salidas: los futbolistas se hacen entrenadores y las supermodelos empresarias y actrices. Pero... ¿a que no habéis visto ningún Superman cuarentón? Y qué casualidad, la última vez que visteis a Spiderman todavía tenía carita de crío, ¿verdad? Pues no, no es casualidad.

Cuando nos hacemos mayores, los superhéroes nos retiramos y adoptamos a tiempo completo nuestra identidad secreta. Ganamos en tranquilidad, pero perdemos en emoción, echamos de menos el cariño del público y la vida se vuelve un poco más gris. Los clubes clandestinos para héroes retirados ayudan un poco, pero te terminas cansando de ver superhombres utilizando sus poderes sin ton ni son, sólo para demostrar que aún pueden hacerlo. A la quinta vez que ves a La Masa ponerse verde para abrir un botellín de cerveza, pierde la gracia.

Aunque llevo un tiempo retirada, a mí nunca me había importado cumplir años porque aún soy joven. Sin embargo este cumple me ha sentado mal, lo reconozco. Será que me han caído más años de los que me gustaría o que he cambiado de década, pero el caso no me ha hecho ninguna ilusión soplar las velas.

Así que nada, lo he decidido, yo me planto y no cumplo más. O mejor todavía, voy a empezar a cumplir hacia abajo, cada año uno menos. Tiene que haber una manera de conseguir ese superpoder... A ver, voy a pensar: que me muerda una araña radioactiva no servirá, bañarme en productos químicos tampoco parece que vaya a ser muy efectivo, para ser el experimento de un laboratorio ya estoy un poco crecidita...
...
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Ya se me ocurrirá algo.

jueves, 12 de agosto de 2010

Spanglish-eslovaco

Estábamos este fin de semana un inglés, un eslovaco y un español... Ya lo sé, parece el comienzo de un chiste malo, pero es la pura realidad. Hace unos días mi casa familiar de la playa parecía una cumbre de la ONU, dada la variedad de nacionalidades que se habían dado cita allí. Eso sí, una cumbre celebrada durante una huelga de traductores, porque aquello parecía la Torre de Babel, no había quien se entendiera, excepto por gestos, claro.

Por un lado una eslovaca profesora de inglés que sabía cuatro palabras de español. Por otro dos españoles que tenían en los pies lo poco que aprendieron en el instituto de la lengua de Shakespeare. Por otro una eslovaca afincada en España que combinaba los dos idiomas como buenamente podía y mientras tanto los demás, contemplando el espectáculo, que era digno de ver. Ya os podéis imaginar que las comidas eran todo un poema:

-Who wants flautas?

-What is flautas?

-Queso with polla.

-¿Que hay de comer el qué? ¿Quién ha cocinado hoy?

-Pollo, pollo, quiere decir pollo.

-bdjjdebdwkedbwgdkwejhdj (o como se escriba en eslovaco, ando un poco mal en ortografía de lenguas que no he estudiado nunca)

-nnjdndwnwkn wkjxnkwfdjdwb. (Pausa reflexiva. Mirándome a mí, que asisto impasible al espectáculo y que tengo la misma idea de eslovaco que en la línea de arriba, es decir, cero) ¿Cómo se dice chorizo en eslovaco?

-Pues es una buena pregunta.

Y si las comidas eran un poema, el resto de los momentos del día tampoco se quedaban atrás.

-El tren sale a las nueve, si espero un poco más voy a ser retrasada. ¿Se dice así?

-Hombre, puedes decirlo así, pero afectará a tu imagen personal..,

-¿Mejor digo tengo un retraso?

-Si quieres matar a tu novio de un susto, puede servir.

Pero sin duda, lo mejor eran las frases max-mix del tipo....

-If we are very tired mi are not going to have ganas to go to the chiringuitos

O las creativas...

-We played a game in which we had to wear in umhhh, er.... disfraceitons to find out who was er... arquitecting.

Para que usar un idioma que ya existe pudiendo inventarte uno.

martes, 10 de agosto de 2010

¡Speedygirl al agua!

Como lo del piragüismo se me dió guay, pensé que para chula yo y para guapo mi novio y me decidí a practicar rafting. Bueno, practicar igual es mucho decir, más bien intentar mantener el equilibrio en una barca que zozobra entre la corriente. Equilibrio que, a estas alturas del párrafo, ya habréis sospechado que NO mantuve.

Sí, efectivamente, acabé en el agua. A los cinco minutos de empezar la actividad. Peeeeeeeeeero no puedo atribuirme todo el mérito del chapuzón, porque había un montón de circunstancias concurrentes. Quizás influyó el hecho de que la tripulación constaba de ocho miembros y cinco de ellos no tenían ninguna experiencia náutica anterior. Puede que contribuyera al naufragio que la mitad de los pasajeros no hablaban español, idioma principal en el que se transmitían las órdenes de rumbo. Tal vez nos perjudicó que el monitor que daba esas mismas órdenes en inglés, para que todos las entendiéramos, farfullaba un spanglish del tipo "Me Tarzán, you Chita". O posiblemente fuera el destino.

El caso es que en cinco minutos dos compañeras de embarcación y yo estábamos probando con la cabeza la solidez de las rocas del cauce, tragándonos todo el agua del río e intentando luchar contra la corriente. Intentándolo, pero no consiguiéndolo, claro, así que bajábamos a toda velocidad hacia no sé sabe dónde. Vamos, que si no nos hubieran ayudado habríamos acabado probando nuestros estilos de natación en el Mediterráneo.

Por suerte, nuestros aguerridos y afables compañeros de barca, después de reírse de nosotras lo mínimo imprescindible (qué menos) nos ayudaron tirándonos unas cuerdas con las que remolcarnos. A mí, en concreto, cuatro. La primera me pilló calculando la velocidad del agua, partida por la distancia y la fuerza de la pendiente (vamos, lo que viene siendo entretenida en conseguir que llegara aire a mis pulmones). La segunda la habría agarrado si no fuera porque otra pobre náufraga me hizo una finta y me quitó la posesión. La tercera me rebotó en la cabeza y cuando conseguí alcanzar la cuarta la sujeté como si me fuera la vida en ello. Como broma ya había valido, ¿no?

Total, que al final conseguí subir a la barca y llegar a mi destino. Cuando me preguntaron qué tal experiencia, respondí lo típico: "no nos han dejado jugar", "el fútbol es once contra once y siempre gana Alemania", "no hay rival pequeño"... Y cuando me llamaron para el segundo recorrido no me achanté:

-¿Speedygirl? ¿Quien es Speedygirl? Hoy no ha venido nadie que se llame así...

lunes, 9 de agosto de 2010

No entiendo nada

He estado una semana de vacaciones-no vacaciones que me han tenido alejada del teclado. Estos días he tomado el sol en la playa, me he bañado en el mar, he luchado contra la corriente en una lancha, casi me he ahogado en un río, he organizado una cena multitudinaria sin nada en la nevera, he hecho senderismo, he chapurreado espanglish-eslovaco, he ejercido de turista relajada y he conducido (un montón). Tantas emociones no podían terminar sin una maravillosa visita a urgencias, porque sin esos inolvidables momentos sanitarios, la vida no es lo mismo.

La verdad es que yo soy afortunada y tengo una salud de hierro, así que no voy al médico prácticamente nunca. Esto quiere decir que mis recuerdos más recientes del funcionamiento de un hospital proceden de series como Urgencias, Anatomia de Grey, House, Mercy, Hospital Central o MIR. Quizás por eso en mi visita a Urgencias no me cuadraba nada de lo que estaba pasando:

-La sala de espera no estaba llena de pacientes guapísimos que aprovechaban la mínima oportunidad para hablar conmigo e invitarme a un café de la máquina.

-El médico que me atendió no era George Clooney, ni siquiera tenía canas parecidas ni su caída de ojos...

-Visité tres boxes y en ninguno de ellos me encontré con personal sanitario frinkando

-El facultativo que se ocupó de mi caso me preguntó qué me pasaba y si era alérgica a algún medicamento. Ni se molestó en registrar mi casa en busca de tóxicos o factores ambientales, ni fue a mi barrio a averiguar en qué tipo de ambiente había crecido.

-Los internos y estudiantes de medicina tenían pinta de estar allí porque tienen que estarlo para conseguir ganarse la vida. No vi a ninguno compitiendo con otro para participar en una operación.

-La mayoría de los pacientes que aguardaban en la sala de espera tenían gripe, alguna extremidad rota o fracturada o algún tipo de alergia. Ninguno parecía padecer una enfermedad rara casi imposible de detectar o que derivara de un secreto inconfesable.

-No hablé con nadie, ni médico ni enfermo, que me contara una experiencia vital traumáticamente intensa de la que yo pudiera sacar una enseñanza aplicable a mi vida actual.

-¿He comentado ya que no había chicos guapos en la sala de espera? Bueno, sí, había uno, pero no me pidió una cita...
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No entiendo nada.