martes, 31 de marzo de 2020

Escribiendo en tiempos de coronavirus IX: realidad distorsionada

La gente que es positiva de nacimiento no sabe la suerte que tiene. En serio os lo digo. Ante situaciones difíciles es capaz de distinguir y esperar lo mejor y por eso sufre menos, se angustia menos y por tanto se bloquea menos. Y esa ventaja les ha venido de fábrica, se la han encontrado ahí, de gratis. Qué cabrones.

Y yo les puedo insultar con conocimiento de causa porque soy absolutamente lo contrario. No es sólo que sea pesimista, no. Eso aún tendría un pase, porque por lo menos es adivinar algo del futuro, que no está escrito. Hay tanta probabilidad de que sea horrible como de que sea maravilloso, pero bueno, al menos la probabilidad mala está allí, no te la estás inventando.

Mi problema es que yo no soy sólo pesimista, soy negativa. Y además negativa nivel pro, de las que miran un donut y sólo ven el agujero. En momentos difíciles es como si me pusieran un antifaz con un agujerito por el que se vislumbra únicamente lo malo. Mi visión de conjunto se esfuma. Lo negativo se magnifica tanto que lo bueno se vuelve diminuto, casi ni se ve. La realidad deja de ser un reflejo más o menos objetivo para convertirse en una imagen distorsionada como las de los espejos de feria a partir de la cual es imposible tomar ninguna decisión medio razonable. Más todavía si a ello le sumas la angustia, el terror y el bloqueo de creer con absoluta certeza estar viviendo el apocalipsis.

Esa soy yo, amiguis. Es mi tendencia natural. Una muy mala característica contra la que lucho cada minuto de cada hora, pero que es fuerte en mi. Lo bueno de cumplir años es que eres cada vez más consciente de que tu mente percibe apocalipsis cada 10 minutos y termina surgiendo una voz en tu cabeza que procura poner un poco de cordura, compensar y reequilibrar esa realidad distorsionada. Pero es una voz que sigue hablando muuuuuucho más bajito que la otra.

Por eso me dan tanta envidia las personas positivas, que ya parten con la mitad del trabajo hecho en momentos cruciales y de tensión. Y por eso necesito escuchar a gente como el presidente argentino, que no conozco de nada, del que no había oído hablar antes y que no sé si es bueno, malo ni qué políticas hace, pero que te dice con toda seguridad que de todo se sale porque ya ha salido de cosas peores antes. Y se ve que el tío se lo cree del todo, así que tú también te lo crees un poco. Y la voz bajita de tu cabeza se oye algo más alta.




Los argentinos han estado sembrados hoy, la verdad.

Y mañana un día más, un día menos.  Muchos ánimo y (sí, lo habéis adivinado)

¡¡QUÉDATE EN CASA!!

sábado, 28 de marzo de 2020

Escribir en tiempos de coronavirus VIII: el rincón de aislamiento

Bueno, lo voy a contar porque no sirve de nada seguir ocultando mi locura.

Esto del bichillo cabronazo lo estoy llevando mal porque es trágico (primero y principal), porque me informo demasiado (no consigo cerrar twitter lo que me angustia las 24 horas del día) y porque mi inutilidad completa (no sé coser mascarillas, no soy sanitaria, no tengo impresora en 3D para fabricar respiradores...) no me permite ayudar en nada. Así que concentro todas mis energías en no enfermar ni mental ni físicamente (para no saturar aún más el sistema) y no coger el puto bicho, al que odio con el ardor de mil soles.

Mi infalible plan para esquivarle es no salir (espera, hace cinco segundos que no lo digo ¡¡QUÉDATE EN CASA!!), por lo que lo único que he hecho en los últimos 15 días es comprar una vez y tirar la basura. ¿Problema? Que el que planeó mi edificio tenía la vocación frustrada de diseñador de palacios y para desquitarse le puso a mi comunidad TODAS las puertas que cabían. TO-DAS. No hay nada como tener que abrir con el codo para darte cuenta de la cantidad de obstáculos que hay entre tu piso y el garaje. Y la de veces que se apaga la luz del pasillo. Ni te cuento ya si vas cargado con bolsas, que te obligan a usar otras partes del cuerpo para evitar que se cierre el portón. Una gymkana que ni en Humor Amarillo, oye.

Total, que para dejar fuera de mi hogar al corona-hijo-de-puta me quito en la entrada los zapatos y la ropa que llevaba en la expedición. ¿Toda? Si, toda, porque es que al final con el codo con el que has girado el pomo te has rozado el costado que su vez has tocado sin querer al ir a coger tus llaves y la última puerta te ha rascado en la rodilla al cerrarse justo antes de que te inclinaras a quitarte el calzado y se haya frotado con los calcetines y... Que sí, mira, que todo fuera y al rincón de aislamiento (RA). El confinamiento del confinamiento.




El cabronazo del virus es resistente y dura hasta 72 horas en superficies como el plástico, así que yo dejo todo lo sospechoso de una mínima contaminación tres días en RA. Podría lavarlo, pero prefiero el aislamiento. En parte porque debido a la histeria del papel higiénico voy justa de desinfectantes y jabón y en parte porque me sirve un poco de terapia. Paso por el rincón y me imagino a trillones de virus agonizando, desesperados por no encontrar un huésped al que contaminar y me sirve un poco para descargar mi odio. Ni confirmo ni desmiento que se me escape algún grito de ¡¡MUERE MALDITO BASTARDO, MUERE!! cada vez que pase cerca. A lo mejor mis vecinos tienen algo que comentar al respecto...

miércoles, 25 de marzo de 2020

Escribir en tiempos de coronavirus VII: gabinetes de crisis en whats'app

El cabronazo del bichillo este nos está amargando la vida a todos pero está claro que va a por nuestros mayores sin piedad, al 100% . Los que tenemos algunos años menos estamos cagados por nuestros abuelos, por nuestras madres, por nuestros vecinos de siempre y por eso nos da entre pena, rabia e impotencia cuando vemos que algunos ancianos no actúan conforme la gravedad de la situación lo requiere. Salen a comprar todos los días o se juntan a hablar con un amigo y pensamos, ¡¡¡¿¿pero qué hacéis, inconscientes??!!!

Yo me subo por las paredes pero en el fondo creo que es una autodefensa de su mente, como cuando el dolor es tan grande que te desmayas porque el cerebro desconecta para soportarlo. Pues esto un poco lo mismo. Si yo, que por mi edad me creo más o menos a salvo, estoy aterrorizada con el panorama, ¿cómo no estarán los que saben que el bichillo va a por ellos, que tienen todas las papeletas de cogerlo y que si lo pillan no lo cuentan? ¿Cómo soportar ese pánico angustiante que les inunda las 24 horas del día como si les estuvieran apuntando todo el tiempo con un arma? Eso es muy difícil de aguantar, así que su cerebro desconecta y se van al otro lado, quitándole importancia. Y claro, se ponen en riesgo.

Eso es un horror, a los que les queremos nos desespera y buscamos modos de impedirlo. Estos días en muchos grupos de whats'app  familiares reducidos (chats de hijos en los que no están los padres, de nietos sin abuelos) hay verdaderos gabinetes de crisis. Y se plantea la misma pregunta que seguramente se han hecho muchos gobiernos a la hora de afrontar la epidemia: ¿Hasta que punto hay que intentar calmar a la población, evitar el pánico que siempre lo empeora todo, pero a la vez conseguir comunicar que esto es MUY pero que MUY grave y que hay que tomárselo en serio y colaborar? Es difícil encontrar un término medio.

Yo soy más de tratar de aplacar los ánimos porque en la Speedyfamily tendemos todos a la histeria. Estuve manteniendo la serenidad y filtrando la información hasta que me di cuenta que con eso no conseguiría que los Speedypadres se quedaran en casa. Y entonces me sorprendí a mi misma escribiendo esto en el grupo de "SpeedyHermanos"

-No pueden salir. Si los vídeos musicales de los Speedynietos con carteles de ánimo y los audios de los peques pidiendo que no vayan a comprar no son suficientes, habrá que reenviarles los mensajes de sanitarios desesperados por la situación. Si hay que aterrorizarles, que así sea, pero NO PUEDEN SALIR.

SpeedyBrother se río de mi teatral forma de expresarlo, me dijo que parecía una villana de Marvel y que no me pegaba nada. Pero tuvimos que hacerlo.

Odio que los SpeedyPadres estén aterrorizados. Creedme que lo odio. Ya tengo yo miedo suficiente por todos. Pero si no queda otra, no queda otra. A situaciones desesperadas, medidas desesperadas.

martes, 24 de marzo de 2020

Escribir en tiempos de coronavirus VI: el filtro arcoiris

No está el tema para tirar cohetes, ya lo sé. Yo hoy tengo un día malo de cojones, pero precisamente por eso voy a escribir, para aprovechar que en este trocito de internet la editora soy yo y puedo elegir las noticias que se cuentan. Así que procedo a ponerme mi filtro arcoíris y a buscar lo poquito bueno que hay en este infierno, que, efectivamente, es poquísimo, pero lo hay.

-Lo primero, mantener la vista fija en que hay luz al final del túnel. China ha parado el virus y mañana termina la cuarentena en Hubei. Nos queda mucho, pero este desierto acabará, después de la tempestad viene la calma. Por favor, no olvidemos esto, ¡SÍ SE PUEDE!




-Algo que nos pille un poco más cerca, vale. En Italia llevan ya dos días en los que decrece el número de fallecidos. No voy a mirar los datos de hoy no me vayan a quitar la ilusión, pero puede ser que  esto indique el comienzo de un cambio de tendencia. Y si ellos lo hacen, poco después lo haremos nosotros.




-La cifra de muertes es trágica y desgarradora, pero que no nos haga olvidarnos de los que superan la enfermedad. Una vida que se salva vale tanto como una que se pierde. Ya hay 3.794 altas, casi 4000 personas que se han curado. Hace nada sólo eran 2125. Y ese número crece cada día. Ojalá aumentara más rápido, pero poco a poco, ahí vamos. Y el ritmo se irá acelerando, seguro



-Y si cada salida de la UCI es un triunfo...




Ni te cuento ya si la que se recupera es una abuelita de 95 años que nos podría enseñar un par de cosas a todos los demás.



El bichillo es un cabronazo y esto es un infierno, lo sé. Pero vamos a salir de esta, no lo olvidéis.

¡¡¡VAMOOOOSSS!!!

lunes, 23 de marzo de 2020

Escribir en tiempos de coronavirus V: sin chaleco y a lo loco

Hoy he hecho mi primera expedición al súper desde que empezó la cuarentena. No pude comprar mucho al principio de este horror porque ya se había desatado la histeria del papel higiénico y estaban la mayoría de los estantes vacíos, así que he estirado todo lo que he podido mis reservas. Aplicando a mi dieta más recortes y medidas de austeridad que durante la crisis (estooo, la anterior crisis, digo) las provisiones se me han acabado en 10 días. Austeridad sí, milagros en Lourdes.

Y ello a pesar del régimen casi carcelario al que he sometido a las calorías entrantes, sobre todo las de dulces y bollos (necesito caber por la puerta si quiero salir cuando acabe la cuarentena.) Lo de carcelario lo digo porque en prisión el tabaco es un bien preciado y en mi encierro particular yo he tenido su equivalente: los cubanitos



Compré un paquete de 15 canutillos de oblea y chocolate para ser muy consciente de que sólo podía comer una al día si quería que me duraran hasta tener la oportunidad de conseguir más. No confiaba mucho en mi capacidad de contener mi descomunal adicción al chocolate pero cuando la necesidad aprieta, no queda otra: día 10 de encierro y quedan 5 cubanitos. ¡¡VICTORIA!!

Total, que en mi expedición al super de hoy no he comprado (casi) ninguna chuchería y muy poco de todo lo demás porque no ha sido una excursión especialmente agradable y la he hecho lo más rápido posible. Todo me daba como yuyu: no quería tocar las cosas, no quería que la gente se me acercara. Tenía la impresión de estar desprotegida, como si un francotirador me estuviera apuntando desde alguna azotea y yo no tuviera donde ponerme a cubierto.

Y he pensado, ¿cuánto nos va a durar esta sensación? ¿Cuándo podremos salir sin sentir todo el tiempo que nos van a disparar y nos hemos olvidado el chaleco antibalas en casa?

sábado, 21 de marzo de 2020

Escribir en tiempos de coronavirus IV: formando un ejército

¡Hola bichillo!
(Me permito la licencia de ponerte un apodo porque con la que nos estás liando es lo mínimo que se te puede pedir, ¿no?)
¿Cómo vas?
Me imagino que estos días te sentirás muy sólo dado que la mayoría de la gente está de fiesta en sus casas (salvo alguna panda de hijos de puta y subnormales que quedan por ahí) y no te han invitado. Ohhh, eres el margi del mundo, qué lastimica me das...



Pero, vamos, a pulso te lo has ganado. Sin ninguna ética de combate ni rastro de caballerosidad ni elegancia por tu parte, atacaste por sorpresa haciéndote pasar por una gripe sin importancia. El viejo truco del lobo disfrazado de carnero, parece mentira que no nos diéramos cuenta... Encima estabas lejos, al otro lado del mundo, ¿quién nos iba a decir que podías llegar tan rápido?

Tú estuviste espabilado y actuaste a toda velocidad y nosotros no hemos sido ningunos linces, desde luego. Antes de que siquiera nos diéramos cuenta, estabas metido en nuestros trabajos, en el transporte público, en las calles, usando como medio para invadirnos lo que más nos gusta: juntarnos, hablar, reírnos, darnos la mano, abrazarnos, besarnos... ¿Cómo íbamos a suponer que con todo lo bueno le abríamos la puerta a lo malo, a ti? No lo sabíamos y por eso entraste como Pedro por tu casa. Ahora estás por todas partes y te crees muy gallito. Pero, bichillo, tengo una mala noticia para ti: ¡Se acabó! (que diría María Jiménez)



Ahora que lo sabemos hemos cerrado la puerta (real --la de nuestras casas-- y metafóricamente) y se acabó tu ventaja. Ahora que no puedes entrar estás muriendo en la calle sin ningún huésped al que puedas invadir. Y todas esas victorias que creías tener, las de todos esos a los que conseguiste infectar antes, son en realidad batallas que aún se están librando. Muchas de ellas, la mayoría, las ganaremos nosotros. Y con toda esa gente que te está venciendo estamos formando nuestro ejército para combatirte, una legión inmensa de soldados inmunizados, invencibles, a los que ya no podrás hacer daño y que servirán de escudo a todos los demás, a los que no les es posible combatirte con fiereza.

Porque tú, como los más ruines, atacas a los más débiles, a los que ya llevan años y años de guerras a sus espaldas, a los que ahora mismo también están metidos en batallas con otros bichillos distintos a ti... Muy valiente, sí señor, estás hecho un valiente.

Así que cuando contemples tu obra, todas estas calles vacías, ese silencio angustiado por lo que les estás haciendo a muchos, sólo quiero que recuerdes que estamos en casa reservando fuerzas, preparando provisiones y reponiendo munición. Y que científicos, médicos y sanitarios están ayudando a ganar cada una de las batallas individuales que ya están en marcha. Y que todos juntos estamos ampliando día a día nuestras tropas y pronto tendremos un ejército de tales dimensiones que ya no podrás hacer nada contra nosotros.

Por eso, aprovecha y ríete ahora,,, porque quien ríe el último, ríe mejor.

viernes, 20 de marzo de 2020

Escribir en tiempo de coronavitus III: mi curva

Desde que empezó este infierno, hay dos palabras de moda, que son claramente trending topic en conversaciones, informativos y tertulias. La primera es coronavirus, claro. Y la segunda curva. La curva de propagación hay que frenarla, doblegarla, achatarla, aplanarla o como lo quieras llamar y para eso ¡¡¡QUÉDATE EN CASA!!! (que hace cinco segundos que no lo decía ;P)

Sin embargo hay otra curva de la que se habla menos y que mucho me temo que todos llevamos por dentro, confinados en nuestros hogares: la curva del ánimo. Estamos viviendo un infierno, un horror sin precedentes y cada uno lo lleva como puede. Unos mejor y otros peor. Pero en cualquiera de los casos estoy segura de que todos tenemos ratos, picos de positividad y negatividad.

Yo me informo mucho, demasiado, así que mi curva de angustia asciende rápidamente desde que cojo el móvil y miro las noticias nada más levantarme. Allí leo artículos de fondo y sesudas comparaciones con los datos de Italia que nos hacen spoiler de lo que nos espera y que empinan la pendiente de mi desesperación hasta que alcanza su pico máximo, a las 12, cuando dan las cifras diarias. En ese momento me coloco la borde del colapso y ya ni la asombrosa serenidad de Fernando Simon y su infinita capacidad de encontrar ínfimos puntos positivos que resaltar me calman. Entonces me doy cuenta de que me falta poco para que se me produzca un cortocircuito mental y tratando de no saturar aún más el sistema sanitario intento bajar revoluciones. Cierro internet, hago lo posible por escribir, rescato chistes antiguos. Recuerdo como hemos salido de otras movidas tochas (¿os acordáis de riesgo y la pesada de su puta prima en crisis anteriores, ¿verdad?) Me repito que esto también pasará. Y con todo eso la curva cede poco a poco y empieza a bajar.

La clave es que no se produzcan picos inesperados. Que no te manden ese WhatsApp de algún sanitario desesperado y llorando porque la situación en su hospital es límite. Que no te digan que alguien que conoces está infectado. Que no te enteres de algún hijo de las grandísima puta que monta fiestas en hoteles, o que escupe a la policía cuando van a detenerla y después da positivo. Eso ya no te angustia, eso te da, ya directamente, ganas de matar. Por lo menos a mi.

Pero bueno, yo soy un poco drama queen, no sé como serán vuestras curvas. Espero que algo más planas y que, en todo caso, hagáis también todo lo posible por aplanarlas, porque la desesperación, el miedo, la angustia y la negatividad se expanden más rápido aún que el coronavirus, a través de internet y a más de un metro y medio de distancia. Así que calma, ánimo, mucha fuerza y...

(exactamente, lo habéis adivinado)

¡¡¡NO SALGÁIS DE CASA!!!

jueves, 19 de marzo de 2020

Escribir en tiempos de coronavirus II

Lo del bichillo maléfico lo estoy llevando especialmente mal porque no entiendo nada. Leo y leo y leo y leo buscando comprender qué está ocurriendo, por qué, cuánto puede durar y cuáles serán las consecuencias pero sólo logro encontrar un montón de datos contradictorios o que descontextualizados no significan nada. No hago más que pensar que además de clases de yoga, de ejercicios para hacer en casa, de pelis gratis y de conciertos en Instagram, alguien que supiera (pero que supiera de verdad no los Capitanes A Posteriori que lo tienen claro todo a toro pasao, así yo también, liiiiistos) nos explicara claramente las cosas. Nos despejara las dudas que seguro que todos tenemos. Como estas:

-Ya hay los mismos muertos en Italia que en China, con la mitad de infectados. Dicen que es porque hay menos ancianos que en Europa, que viven de media 10 años menos. Pero también aquí sabíamos un poco de qué iba la vaina cuando llegó el bichillo. Algo más que al principio de los principios, por lo menos. Y se supone que tenemos un sistema sanitario más fuerte, ¿no?

-Tampoco hay manera de aclararse con la enfermedad misma porque el virus aún no se conoce. ¿Contagian los asintomáticos? Unas veces dicen que sí y otras que no. ¿Lo pasas y se acabó la historia porque desarrollas inmunidad? Tres cuartos de lo mismo: Muchos lo dan por supuesto, pero ya hay casos de reinfección donde empezó toda la movida.

-En China han frenado en seco su expansión, ayer fue el primer día sin ningún contagio local. Empezaron las medidas de aislamiento en Wuhan con sólo 500 casos detectados. En Europa hemos tardado muuuuuuuuucho más. Mucho. Por miedo a las consecuencias económicas, obviamente. Pero sin saber yo nada sobre nada, cualquiera ve que cuanto más tarde se adopten estas medias, más se expande el virus y más tiempo habrá de mantenerse esta situación excepcional. Es decir, maaaaaaaassss consecuencias económicas. Que no lo digo ya ni por humanidad, ni por salud, ni por nada, sólo fijándonos en el dinero: ¿no veían claramente esos que son tan pragmáticos que cuanto más tarde se hiciera más se iba a resentir el bolsillo? Otros temas son más difíciles de ver pero este está clarinete, matemáticas básicas. ¿Qué esperaban, un milagro de película por el que todo se iba a solucionar mañana sin hacer nada?

-Y hablando de pragmatismo, dicen los ingleses que ellos pasan, que se contagie todo el país, que mueran los que tengan que morir, pero que la economía se afecte lo mínimo. Primero, no me entra en la cabeza que tu presidente diga tan tranquilo que tu abuelo va a cascar el peine sin hacer nada para evitarlo y que a ti te la chufle, la verdad. Pero bueno, asumiendo que todos los ingleses son ciborgs sin sentimientos, no entiendo como van a hacer para que no colapse su sistema sanitario, que además es peor que el español. Aquí estamos cagados porque la velocidad de los contagios va a tumbar nuestra Sanidad, de las mejores del mundo, ¿y ellos qué se creen? ¿que va a ir el virus llamando a la puerta y por turnos? Pues un truco muy bueno tienen que tener guardado en la chistera...

-Sobre todo no entiendo a la gente. De verdad que no. Están suficientemente asustados para arrasar supermercados, pero no lo suficiente para no irse de puente. En serio, aunque no veas las noticias, aunque no leas, aunque no oigas la radio, aunque no puedas o quieras ser consciente de la gravedad de la situación, es imposible no darse cuenta. Nunca nadie ha vivido algo parecido antes. No hay fútbol. No hay Eurovisión. Para la NBA. Cierran los colegios. No abren las tiendas. No te dejan salir de tu casa. En serio, ¿no te coscas de que tiene que ser una movida muy pero que muy pero que MUY tocha? ¿Que la gente no iba a perder tanta pasta si no fuera algo o vida o muerte?

¡¡¡¡¡QUÉDATE EN CASAAAAAAAAAA!!!!1

martes, 17 de marzo de 2020

Escribir en tiempos de coronavirus I

Pensaba hacer un diario sobre esta HORRIBLE PESADILLA que eufemísticamente llamamos pandemia global (emergencia sanitaria, para los amigos) pero hasta hoy no he podido escribir una sola letra. Y hoy me está costando la vida misma, pero por lo menos lo estoy intentando. Algo es algo.

Hasta ahora no era capaz porque empleaba cada instante de mi tiempo en leer absolutamente todo sobre el tema. Hilos de expertos, noticias de diarios en papel y digitales, informativos de radios, programas de televisión, chistes, memes, cadenas de WhatsApp... todo. TO-DO. No me quedaba ni un segundo para otra cosa que no fuera eso.

Lo hacía (lo hago, aunque menos) porque, como todos, estoy acojonada y no entiendo nada de lo que está pasando. De un día para otro nos ha atropellado el Apocalipsis y se nos ha quedado a todos cara de "¿lo qué?" Tenemos una angustiosa sensación de incertidumbre y falta de control. No sabemos como va a acabar esto y lo que viene después de esto. Un horror.

Además yo el miedo lo estoy llevando peor porque no puedo hacer nada para combatir en esta guerra ni para defenderme a mi ni a los demás. No soy uno de esos héroes en bata (médicos, enfermeras, técnicos, limpiadores, celadores... todos) que están rompiéndose los cuernos en primera línea de fuego para salvarnos. No formo parte de las fuerzas de seguridad del estado que están ayudando a mantener el orden y atender emergencias. No tengo ninguno de esos puestos de trabajo (cajeros de supermercado, reponedores, fábricas de envases, repartidores, transportistas, proveedores de Internet...) que son vitales para que no nos muramos de hambre ni de aburrimiento y que el que tenga posibilidad pueda teletrabajar. Ni siquiera puedo yo teletrabajar.

Tampoco tengo ninguna habilidad ni conocimiento profesional que pueda ofrecer gratuitamente para ayudar a otros, como muchos están haciendo en Twitter. No puedo donar mascarillas, ni guantes ni material sanitario porque no caí en comprar nada de esto antes de que empezara la histeria. No tengo ni idea de coser, así que tampoco puedo fabricar por mi cuenta las cosas que se necesitan ahora desesperadamente. No tengo impresora 3D para imprimir respiradores que ayuden a que las UCIS no se colapsen. Lo único que tengo es miedo, ansiedad, mucha preocupación y una sensación gigante de ser INÚTIL que empeora bastante todo lo anterior.

Este blog no lo lee nadie pero si alguno pasa por aquí y se siente igual, sólo quiero decirle que seguro que está haciendo algo, aunque sea ínfimo Todo cuenta. Yo, por ejemplo, estoy comiendo poco. Y antes de que me tiréis piedras, me voy a explicar.

Ver a la gente saquear supermercados me aterrorizaba. Todos esos estantes vacíos y tiendas arrasadas me hacían sentir que llegaba el fin del mundo y pensé que a mucha gente, sobre todo ancianos, le ocurriría igual porque les recordaría a tiempos de guerra. Así que compré lo mínimo y estoy intentando dosificarlo para no tener que ir al super hasta que la peña se relaje y la locura del papel higiénico amaine. No quiero llevarme la última bandeja de pollo y que llegue una abuelilla después y no tenga. No sé si me estoy explicando...

Estamos haciendo lo que podemos. Suscribirte a un canal de YouTube de un profe de mates que necesita 1000 seguidores para que la plataforma le deje hacer directos y dar clases a sus alumnos por ese medio también es poner tu granito de arena. Mandarle ese audio diario de "ya queda un día menos" a ese familiar tuyo que está llevando el encierro fatal, es poner tu granito de arena. No descargar por internet cosas que pesen mucho a horas punta para que no se colapse la red y la gente pueda teletrabajar mejor es poner tu granito de arena.

Y SOBRE TODO mantener la calma (porque el miedo y la desesperación se expanden tan rápido como el coronavirus y sin que pueda evitarlo la distancia de seguridad) y QUEDARTE EN CASA es poner tu granito de arena. Ojalá pudiéramos hacer más, pero si esto es todo, no te agobies y hazlo. QUÉDATE EN CASA.

Sé la cerilla del medio.




jueves, 12 de marzo de 2020

Sé la cerilla del medio

Leí el otro día no sé dónde que somos el Netflix de los marcianos y no puedo estar más de acuerdo. Madre del amor hermoso, ahora una pandemia. No salimos de una para meternos en otra. Virgencita del camino seco...

Yo, sin estar infectada (que sepa) con esto del Coronavirus he pasado por todas las fases posibles: negación, negociación, frustración, terror... por todas. Ahora he decidido informarme lo mínimo necesario, siempre a través de medios fiables y expertos, y vivir el resto del tiempo a base de memes, chuflas y bromas. Lo siento, pero mi única defensa contra el miedo es el humor...




Y hablando de defensas, parece que poco se puede hacer contra el cabrito del virus este, y que lo único que está en nuestra mano es lavarnos PRECISAMENTE las manos y autoaislarnos, así que en ello estoy. Ahora tendré tiempo, por fin, de ordenar y limpiar de una vez en serio mi superguarida. Hay que ver, sólo ha hecho falta una pandemia global para lograrlo...

En fin, que yo sé que este blog no lo lee nadie, pero que no se diga que no lo he dicho en todas partes: Quedaos en casa, por favor. Es lo único que podemos hacer para ralentizar los contagios y que no colapse el sistema sanitario. Por la población de riesgo, por vuestros abuelos, por todos... Vamos a frenar la curva. POR-FA-VOR.

Sé la cerilla del medio


miércoles, 4 de marzo de 2020

Felicity ¿stalker? Matizaciones

Vale, a ver si consigo explicar esto bien sin que os creáis que soy una loca tipo la de Atracción Fatal, pero vamos, que si lo pensáis detenidamente todos tenemos un poco de eso. En fin, mal empezamos para que no os creáis que estoy girada. Tranquilidad en el frente y leedme hasta el final, porfa, que tengo mis argumentos.

El otro día hice una entrada sobre Felicity preguntando si era o no una stalker. En los comentarios me dijeron, con buen criterio, que hacer cosas así demuestra inmadurez y mala gestión de las emociones y bueno... estoy de acuerdo, pero sólo un poco. A ver si consigo explicarme.

No hablo de casos tan exagerados como el de la prota de esa serie, claro. Cambiarse de ciudad por un chico con el que apenas has hablado es bastante locura y sí, poco sano y pelín stalker. Pero si lo pensáis, a pequeña escala, con gestos menos grandilocuentes, todos hacemos lo mismo. La diferencia es si nos atrevemos a mostrarlo o lo ocultamos por miedo a parecer unos locos.

Quiero decir... en el 90% de las relaciones que empiezan los implicados casi no se conocen. La chispa salta por algún detalle (el físico, una manera de mirar, una risa... lo que sea) y cuando ambos empiezan a quedar es cuando hablan, descubren si encajan realmente o no y la cosa funciona o se va a pique. Hasta aquí todos de acuerdo, espero...

El de arriba es el escenario ideal pero la vida no es una serie ni una peli y hay muchísimos casos en que el tema lleva otro orden y otro ritmo. A veces no es evidente desde el principio que la chispa sea mutua, o para uno de los implicados no es el momento o hay el inconveniente que sea. La pareja no se forma pero los sentimientos no desaparecen mágicamente. En mi opinión no es una cuestión de madurez o de gestión emocional. Hay personas que tienen más facilidad para que les guste gente y por tanto para olvidar historias previas y a otros les cuesta más. No creo que sea algo que se pueda decidir ni cambiar, cada uno es como es.

Y entonces nos queda este escenario, cero de ideal pero mucho más real. A B le gusta A. No está enamorado, claro, porque no la conoce realmente, pero le interesa. Se fija más en sus reacciones, en sus gustos, en los detalles y sin querer (y esto lo hacemos todos, reconocedlo) se "inventa" como es B. Y por supuestísimo, no se inventa un monstruo precisamente, sino alguien ideal y perfecto que, justamente por eso, le sigue gustando. A es consciente de que la B que se ha inventado no tiene ninguna base real y que puede que no exista, así que, con gran acierto, no organizará su vida entorno a ella. No se cambiará de ciudad, ni correrá por el aeropuerto para evitar que el avión despegue, ni le pedirá matrimonio con un anillo que ha ganado en una máquina de bolas de las ferias. No lo hará porque sabe que todo es inventado y porque no quiere que le tomen por loco, por stalker, pero muy muy muy en el fondo, querría hacerlo. Todos querríamos.

Querríamos tener la oportunidad de cambiar las cosas, de situarnos en el escenario ideal del párrafo de arriba en el que la pareja arranca, empieza a conocerse y tiene ocasión de averiguar si encaja y si la cosa funciona o no... Querríamos tener la oportunidad de intentarlo, de saber si lo que nos hemos inventado tiene algo de real. Querríamos quedarnos tranquilos estando seguros de que hemos puesto todo de nuestra parte para comprobar si lo que intuíamos genial lo es realmente.

Que Felicity decida en qué universidad estudiar y en qué ciudad vivir sólo porque cree estar enamorada de Ben, al que apenas conoce, es bastante stalker y nada sano. Que Felicity se mude lejos de sus padres porque necesita darle un giro a su vida y valerse por sí misma y que en esta nueva etapa se atreva a echarle un par y decirle a un chico que no conoce mucho que le encanta... pues bueno, ya es otro cantar.

No sé si me estoy explicando...

(*Aclaración: no creo que haga falta ni decirlo, pero por si caso- Todo lo que cuento en esta entrada se aplica en el supuesto de que el tema no esté claro aún por lo que sea. Si ya te han dado calabazas definitivas lo que hay que hacer es asumirlo y tirar pa'lante. No es no, amiguis)