viernes, 28 de noviembre de 2014

¿Y mi tiempo?

Sabina preguntaba quien le había robado el mes de abril y yo pregunto: ¿quién leches se queda con mis horas del día? ¿Donde están las 24 que me tocan por jornada? Porque para mí que alguien me las está levantando.... No encuentro otra explicación.
Y es que yo no hago más que aplicar recortes en mis consumos horarios, la cosa no se encauza y yo ya no sé de donde más sacar minutos extra:

-Se acabó dormir ocho horas. Seis o siete y vas que chutas. ¿Qué te has creído que es esto? ¿El Caribe?
-Se acabaron las cañas infinitas sin mirar el reloj: tic, tac, tic, tac. El tiempo corre.
-Se acabó leer los blogs que me de la gana durante el tiempo que me de la gana. A unos cuantos os debo visitas. Lo sé. Lo siento. No me da la vida.
-¿Siesta? ¿Qué era eso de siesta?
-Iba a peinarme, pero total, pa' qué, si va a llover...
-Escribo una entrada para el blog cuando tenga cinco minutos... o mañana, cuando me sobre un rato... o el fin de semana, que me dará tiempo. Y así en bucle hasta el infinito y más allá.

Como será la cosa que mi tele ha decidido solidarizarse con mi situación y se ha puesto en huelga. A juzgar por la mala pinta de la pantalla, diría que de forma definitiva e irrevocable. Así que hemos negociado su salida pactada del Speedyhogar y, como ahora mis finanzas no pasan por su mejor momento, hemos acordado un simulación de indemnización en diferido al más puro estilo Bárcenas. Y si eso, ya eso, oye.

Total, que tampoco es el televisor el que me quita horas en el día (por cierto, este desacuerdo laboral tele-Speedy, Speedy-tele es top secret. No se os ocurra chivárselo a SpeedySisterpeque que me monta una intervención de padre y muy señor mío, ¿eh?). Y antes que lo diga algún espontáneo, no, tampoco me distrae un novio nuevo, ya me gustaría a mi. Entonces la pregunta es: ¿qué leches pasa? Y sobre todo: ¿a qué teléfono llamo para pedir que me cambien la tarifa y me den más minutos? Porque en algún número se podrá reclamar esto, ¿no?

lunes, 17 de noviembre de 2014

Antídotos contra un lunes del horror

Hoy no es un lunes corriente, es un SUPERlunes que llega tras un fin de semana del horror. Para sobrevivir voy a necesitar la ayuda de un profesional.


Que no lo digo yo, que es un hecho demostrado: los koalas son la cura para el estrés. Y si no, que se lo digan a los del G20

Y bueno, si no es suficiente con esta preciosidad de criaturilla ya tengo preparados los refuerzos: Bao Bao haciendo la croqueta.


Si esto no funciona, estoy perdida.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Disfuncionalidad apática del músculo aórtico

-Hola, me llamo Speedy y llevo dos siglos sin enamorarme
-Te queremos Speedy

Así y con un rectángulo negro delante de los ojos para preservar mi anonimato podría empezar una reunión cualquiera de mi grupo de apoyo contra... no sé qué nombre poner a esta patología. ¿Disfuncionalidad apática del músculo aórtico, por ejemplo? Por darle un nombre sencillo, con gancho y fácil de recordar...

En fin, que no sé si esta dolencia tendrá denominación oficial ni si estará recogida en manuales de medicina y psiquiatría, pero está claro que es real como la vida misma. A mí me pasa y me consta que no soy la única: cada vez me cuesta más interesarme (sentimentalmente, se entiende) por otras personas. Es una pena, un erial y un aburrimiento absoluto, pero es así. Para que nos vamos a engañar.

Y pese a la gravedad de este síndrome y la necesidad imperiosa de su investigación y análisis esta entrada no va de eso (que textos científicos y sesudos ya tenéis en la revista Science). Este post va, básicamente, de una verdad incontestable: que un maromazo en condiciones te cura todos los males, incluida una disfuncionalidad apática del músculo aórtico. Esto es así y es así.

Y lo más gordo es que ese maromazo no tiene que ser un cachas en plan modelo. Ni tener tipazo. Ni cara de angelito y piel de culete de bebé. Qué va. Por no tener, no tiene ni que tener melena en plan anuncio de champú. Una incipiente calvicie llevada con dignidad puede ser de lo más interesante si la acompañas con una sonrisa bonita. Con una forma de mirar intensa pero no intimidante. Con una expresión pícara. Y con una pizquita de sentido del humor.

Si sabes de lo que hablas y te sabes explicar. Si cuentas bien las cosas. Si en tus frases hay tantos términos tipo "media aritmética del porcentaje devengado con proyección  a futuro" como expresiones en plan "trincas las pasta y te vas" o "si no te andas con ojo palmas 2000 pavos".  Si tienes una voz bonita. No, corrijo. Una voz preciosa. Si te adelantas a mis preguntas. Si adivinas lo que estoy pensando. Si me das buenos consejos y trucos útiles.

Si pones unos ejemplos que aclaran perfectamente situaciones enrevesadas al máximo. Si cuentas un rollo macabeo y en medio, aún no me explico cómo, te las apañas para meter una historia de amor que le da vidilla al tema y nos engancha. Si hablas con el ordenador al estilo Speedy, es decir, no a través del teclado y el ratón sino diciéndole cosas como "que no quiero hacer eso ahora, pesadoooo" y todavía te extrañas de que el pobre PC no te haga ni caso. Si miras tan bien, pero tan tan tan bien, que aunque tú diriges las mismas miradas a todos, a cada uno le parece que le miras solo a él.

Y si a todo esto le sumaras un detallito sin importancia como es NO tener anillo de casado en el dedo ya serías la cura ideal para la disfuncionalidad apática del músculo aórtico. Porque bueno, si vienes con alianza incluida también me vales, pero más a largo plazo porque hay que ponerse a la fila y apuntarse para cuando estés de nuevo en el mercado... Y claro, no es lo mismo.

Estooooooo, que lo del anillo no lo digo porque me haya pasado a mi, ¿eh? ¡Qué va!

lunes, 3 de noviembre de 2014

Esto es una intervención

SpeedySisterPeque no entiende mi vida. La verdad es que no puedo culparla porque hay veces que no me aclaro ni yo, pero es que la pobre flipa. Desde su plaza fija de superheroína en el Ministerio de Salvamento del Mundo, su casa ordenada y su familia feliz, no alcanza a comprender mis idas y venidas vitales, así que su táctica es dejarme a mi bola en lo básico e intentar hacer control de daños en los detalles. No puede buscarme un novio estupendérrimo que me trate como una reina. No puede encontrarme un trabajo maravilloso en el que cobre como un consejero de Ibertrola. No puede ayudarme a ganar mi guerra contra los kilos. Pero sí puede organizarme una intervención por cualquier chorrada en cada comida familiar del domingo. Y eso hace.

ESTO ES UNA INTERVENCIÓN
A ver, somos mucho adultos en esta mesa. Que alguien le diga a Speedy que emplee su tiempo en algo más útil que aprender japonés.

ESTO ES UNA INTERVENCIÓN
A ver, somos mucho adultos en esta mesa. Que alguien le diga a Speedy que controle ese cardado involuntario primo hermano de la insubordinación capilar, que ya no estamos en los ochenta.

ESTO ES UNA INTERVENCIÓN
A ver, somos mucho adultos en esta mesa. Que alguien le diga a Speedy que se ponga al día con la última temporada de Breaking Bad, que esa acumulación de episodios no puede ser sana.

Son muchos frentes los que tiene abiertos conmigo, pero hay algunos en concreto que le traen por la calle de la amargura porque no le hago ni pito caso.

ESTO ES UNA INTERVENCIÓN
A ver, somos mucho adultos en esta mesa. Que alguien le diga a Speedy que se ponga YA tarifa de datos en el móvil, que esto de tener whatsapp intermitente al más puro estilo guadiana "ahora me entero de las conversaciones, ahora me pego dos semanas sin wifi y ni papa de lo que se está cociendo" nos va acabar volviendo locos a todos. ¡Entra en el siglo XXI de UNA VEZ, leche!

Y en este caso en particular tengo que deciros que SpeedyisterPeque tiene la batalla perdida porque me resisto (y me resistiré mientras pueda) al whatsapp perpetuo. Y es que ese invento del infierno está muy bien para el ligoteo y para no tener que estar buscando maneras imposibles de ahorrar letras, pero tiene otro porrón de inconvenientes que no me gustan ni un pelo. No me mola que mi amigo, mi rollo, mi novio, mi padre, mi jefe y todo perro pichichi sepa por mi última conexión a qué hora me acuesto, cuando me levanto, si tengo batería o cuánto pan me queda en el congelador. No me mola que la peña sepa si me ha llegado el mensaje, si lo he leído, si estoy en línea, si estoy hablando con unos sí y con otros no y si me toca que me baje la regla la semana que viene o la siguiente. No me mola que, como se llama mensajería instantánea, se de por supuesto que cualquier sitio, lugar y situación son adecuados para guasapear. No puedo escribir en la Supermovida. No puedo escribir en medio de una batalla contra los supervillanos. No puedo escribir mientras cruzo un paso de cebra. No todo puede ser para YA DE YA. No será el tema tan urgente si me lo has escrito por whatsapp

Mis reticencias a meterme de lleno en el siglo XXI tienen sus inconvenientes, claro. Uno es, sin duda, que la peña se olvida casi siempre de que tienes whatsapp guadiana, lo dicen todo en el grupo de turno y si tú no dispones de conexión en dos semanas te pegas 15 días en el ostracismo absoluto. Tal cual. No te enteras de las quedadas, ni de los planes de viaje, ni de los regalos de cumple que hay que comprar, ni de nada. Apagón informativo total.

Y por si eso no fuera lo suficientemente dramático, esta desinformación tiene un daño colateral: los millones y millones de mensajes que se va acumulando para el día en que, ¡oh, sorpresa!, tienes wifi. A mi cada vez me da más miedo conectarme porque sé que me esperan un mínimo de 300 whats de mil grupos distintos hablando cada uno de lo suyo y que (¡qué remedio!) leo en diagonal, me dejan la cabeza como un bombo y, lo que es peor, igual de desinformada que antes. Y es que no hay quien se entere en semejante barullo.

Mi sufrimiento whatsapero no tiene fin y aún así dudo mucho que decida entrar en el siglo XXI a corto plazo, así que veo muchas más intervenciones de SpeedyisterPeque acercándose a mí desde el horizonte. Sobre todo porque hay un tema que todavía le parece peor...  Recordadme que otro día haga una entrada sobre eso, que hoy para ser lunes ya está bien.