Los años que viví en Capilandia aprendiendo a contar cosas fueron una juerga continua, para que os voy a engañar. Estudiar, estudié lo justo y necesario, la verdad. Eso sí, horas extras de situaciones surrealistas, viajes, risas, experiencias, fiestas y demás formación complementaria, hice un montón, para compensar.
Pero oye, que aunque reconozco que el gen fiestero es fuerte en mí (como la Fuerza en Luke SkyWalker) y hace falta muy poco para convencerme de que me apunte a una buena juerga, también es verdad que el ambiente en Capilandia no ayudaba nada al estudio.
Para empezar, los aprendices de contadores de cosas de primero no íbamos a clase los viernes en un ejercicio de L'Oréalismo, es decir, porque nosotros lo valíamos. Nuestro horario eran de lunes a jueves, así que teníamos puentes de tres días todas las semanas. TODAS. Si me pasara ahora algo parecido lloraría de alegría, pero entonces me parecía lo más normal, ya os podéis imaginar lo dura que era mi vida en esos tiempos. Como los condenados a las galeras, vamos.
Teniendo fines de semana de tres días, la fabricación de acueductos de semana y pico era coser y cantar, claro. ¿Que es festivo el miércoles? Pues vamos a clase hasta el martes y gracias. ¿Qué son fiestas en Speedytown? Pues se celebra la Semana Internacional sin Speedy en los estudios de contadora, porque a clase iba a ir Rita the Singer, por supuesto. ¿Que ya tenemos puente de la Constitución largo porque ha tocado así en el calendario? Pues lo alargamos un par de días más, que los viajes son muy cansados.
En fin, ya lo veis, un sufrimiento continuo. Y los días que íbamos a clase tres cuartos de lo mismo. Del centro de estudios de los contadores de cosas se decía que era la única cafetería con cuatro pisos de aulas encima. Vamos, que tuvieron que poner sillas de metal ancladas al suelo (como las de los Mc Donalds) para intentar limitar la participación y la duración de las timbas de cartas que se organizaban, no os digo más. De todas maneras, sólo consiguieron trasladarlas de lugar, porque yo he visto a gente jugar a Burro (¡¡¡¡¡ A BURRO!!!!!) en la última fila de algún aula, mientras se estaba impartiendo clase, por supuesto. Que como eran aulas grandísimas a lo mejor el profesor ni les veía, pero era imposible no oír al primero que ponía la mano en medio porque hacía burro. Imposible.
A todo esto no se salía de juerga el fin de semana solo, of course. Las quedadas empezaban el miércoles y se sucedían en progresión ascendente hasta el lunes. Vamos, que cada noche llegabas más tarde a casa (o más pronto por la mañana, según se mire). Pero bueno, no os creáis que soy una fiestera sin remedio, porque yo, saliera hasta la hora que saliera, si había clase al día siguiente, yo iba. No sé en qué condiciones físicas y mentales, pero de cuerpo presente estaba en el aula. Por entonces tenía la capacidad de aguantar horas ilimitadas sin dormir. Ahora he perdido ese super poder. ¿Qué habrá pasado?
Recuérdame que nunca estudie para contador de historias. ¡Qué dura vida! ¡¡Qué dura!!
ResponderEliminarPD. Con el juego de burro te refieres a ese que te pulverizaban la mano a puñetazos y pellizcos?
Para mí el burro es el de: yo tengo 20 cartas, tú otras 20, y uno tira una y dice "uno", y el otro dice "dos", y si coincide el número que dices con la carta que echas te llevas todo lo de la mesa. Y hay que jugar rápido para hacer caer al otro también.
ResponderEliminarYo jamás tuve clase los viernes, pero ahora los que empiezan con el grado ese sí jaja, pringados... Cómo molaba el finde de tres días (o más como tú bien explicas).
La vida Speedy la vida mejor!
ResponderEliminarSolo traaasnochar!
Solo traaasnochar!
Sin eeeestudiar!
Sin eeeestudiar!
Y cooon la botella de superpoción!
Y cooon la botella de superpoción!
Y si al decir Capilandia te refieres a Madrid, la complutense, entonces yo soy la de la facultad de al lado que tiene que salir de clase a las mil y veros siempre tirados en el césped compartiendo calimochos y demás...qué dura vida, que tenéis que poner muchas lavadoras, porque os mancháis con el césped y tal....jajaja.
ResponderEliminarJuanRa, no sabes tú bien lo dura que era mi vida!!!!!! XDDDDDDDDDD Noooooooooo, yo creo que tú dices otro juego. Nosotros llamamos Burro a un juego de cartas, en el que hay que juntar cuatro iguales (cuatro 1, cuatro 2, cuatro 3...)y para conseguirlo le pasas en cada tirada una carta a jugador de tu derecha. Cuando alguien junta 4 cartas iguales pone la mano en el centro de la mesa y grita ¡burro! Los demás tienen que poner enseguida la mano encima de él y el último que lo haga tiene una letra la "b" (de burro). Si pierde la segunda vez gana la u, la siguiente la r... y así hasta que alguien hace burro y pierde.Era muy gordo jugar en clase, porque con la emoción todo el mundo grita mucho y claro, imagina la situación:
ResponderEliminarProfesor: "Esto s etiene que contar así y así y tal y cual.."
De repente alguien detrás: Burro!!!!!!!!!!!!
Islander, aqui al juego que dices le llamamos El Reloj, así no hay quien se aclare, ¿eh?
Por cierto, nunca los viernes clase? Nosotros pasábamso a ser pringados con fines de semana de dos días a partir de segundo... XDDDDDDDDD
H@n, ¿y esa vena poética? XDDDDDDDD Esa canción me suena, me suela, a ver tararea a ver si caigo XDDDDDDDDDDDDDD
Blase, er... estooooooooo... cesped, tititi...¡Anda, mira, un burro volando! XDDDDDDDDDDDDDD
Speedy, va a ser duro pero te lo tengo que decir. Has equivocado tu vocación. Deberías haber sido organizadora de fiestas o en todo caso miembro de un grupo XD. Qué tiempos...
ResponderEliminarSpeedy Organizadora de fiestas y eventos... qué bien suena Doctora, qué bien suena... Nunca es tarde para reconducir una vida, ¿no? XDDDDDDDDDDD
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