jueves, 1 de julio de 2010

Apatrullando la ciudad

Ya ni me acuerdo de mis últimas vacaciones. Hace que no tengo un mes seguido libre desde... bueno, creo que no lo tengo desde que iba al instituto, allá por el Pleistoceno.

Cuando todavía me dedicaba a proteger a los débiles como Speedygirl, no había manera de programarse, porque mis compañeros superhéroes, mucho salvar a los débiles, mucho defender la Humanidad... pero luego son unos insolidarios con los de su propio gremio. ¡No había manera de ponerse de acuerdo con los turnos de descanso!

El peor era Superman, con su rollito victimista: que si Kripton está destruido, que si sólo puedo ir a ver a mis antepasados en julio, que si esto, que si lo otro... total, que siempre se las piraba la primera quincena. Luego estaba Spiderman, que no se quedaba atrás como caradura. Se creía el hombre-araña más estresado del mundo. Que saltar de rascacielo en rascacielo cansa mucho, decía. Así que nada, otro mes descartado. Y ya ni hablamos de La Masa, que ni siquiera daba una excusa para cogerse los días que le venía en gana... pero claro, cualquiera se lo discutía cuando se ponía verde. Yo desde luego no, que mi superpoder es la velocidad, no la fuerza.

Podríais pensar que, ahora que he dejado mi carrera de superheroina, sí que disfruto de mis merecidas vacaciones... pero no. Como ser contadora de cosas es una profesión tan bonita, casi siempre hago la misma gracia: empiezo en un trabajo nuevo justo antes de verano, lo que implica, naturalmente, que me quedo sin un triste día libre. Este año he hecho los mismo, por supuesto, así que me quedan dos estupendos y calurosos meses por delante sola en Speedytown.

Ya que me quedo, claro, aparte de contar cosas, también mantendré a los villanos a raya apatrullando la ciudad. Pero pienso hacer un millón de actividades más: ir a la piscina, hacer un curso de piragüismo, montar a caballo, patinar, ver musicales (un montónnnn), ir al teatro (más todavía), hacer un curso de lengua de signos, jugar al trivial en inglés, hacer carrera de orientación, mirar las estrellas, escaparme los fines de semana a la playita, ponerme las pilas con mi nuevo blog, probar la lista de restaurantes por conocer que tengo pendiente desde febrero, salir a todas horas y sacar a tomar cañas a todo aquel que se deje. Bueno, y todo lo que se me vaya ocurriendo, claro.

Speedytown este verano va a ser una juerga, os lo digo ya. Así que si pasáis por aquí dadme un toque. Nos tomaremos una caña, eso seguro.

3 comentarios:

  1. ... pues sí que dan de sí las cuatro perras que te pagan, si...

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  2. La ciudad en vacaciones, sin gente, tiene sus encantos. Aparcas, hay sitio en todos los lados, no hay gente llenando nada...

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  3. ¡Speedy-Txabi, somos casi mellizos de nombre!
    Te cuento: curso de piragüismo: 0 euros, curso de lengua de signos: 3euros, trivial en inglés: 1 euro, patinar: 0 euros (aunque pierdo trozos de orgullo con cada caida). Pasar un buen veranito: no tiene precio. Para todo lo demás: Mastercard! XD

    Gonzalo, es verdad, hay cosas chulas de quedarse casi solo en la ciudad: no ir apiñado en el autobús, librarse de los atascos, ir a los restaurantes sin tener que reservar...

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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.