JEFE: especímen dedicado prácticamente en cuerpo y alma a marear a los curritos que trabajan para él. Según el grado y tipo de tocapelotismo se pueden distinguir varias subespecies:
El fustigador: Se distingue por su afán de insultar y humillar a sus subordinados. Grita continuamente y aprovecha cualquier ocasión para hundir en la miseria a todo aquel miembro de la plantilla que se le ponga a tiro. Cree siempre que todo el trabajo está mal hecho y su frase más repetida es “estoy rodeado de inútiles”
El tocapelotas puro y duro. Es una variedad más peligrosa que la anterior porque no se les ve venir con tanta facilidad. No gritan tanto, pero tampoco les parece bien nada de lo que hace nadie de su plantilla. Si les entregas algo blanco, prefieren que lo modifiques hacia un gris oscuro. Cuando lo haces, te piden que tire más hacia marrón y cuando ven el resultado están convencidos de que sería mucho mejor negro. Al final se sueltan tan tranquilos: “Anda, vuelve al blanco, que no estaba tan mal”. No saben lo que quieren, sólo están seguros de lo que NO quieren: lo que tú hagas, sea lo que sea.
El meticón: Fácilmente confundible con el tocapelotas, aunque con algunas especificidades propias. No desempeña ninguna labor en la empresa excepto la de coordinar, que para él significa delegar absolutamente todo y dar la brasa lo máximo posible. No sabe qué tareas hay que hacer, ni qué proceso se sigue para desempeñarlas, ni cuánto tiempo llevan, pero eso no es impedimento para meterse en todo. Obligará a adelantar trabajo que posteriormente hay que repetir, porque se ha realizado antes de reunir las condiciones adecuadas. Cogerá tu labor, la desorganizará, la mutilará, la inutilizará y después te pasará el marrón a ti diciendo “ya lo terminas de apañar tú”. Se les reconoce por el número de veces que te llaman a lo largo del día. Si tienes que cogerles el teléfono más de 20 veces estás claramente ante un ejemplar de jefe meticón.
El Molo mazo: la subespecie que va de que lo sabe todo, aunque en realidad no tiene ni idea de nada y se dedica a tocarse las narices a dos manos pensando en lo maravillosa que es su vida. No me extraña, le pagan por no hacer nada, yo también pensaría que mi vida es genial con un curro así. Estos especímenes son de dos tipos. Los hay que disimulan y cumplen su jornada laboral, jugando al Buscaminas y haciendo la ronda de llamadas a los colegas para comentar el fin de semana. Pero también existen lo que no se molestan ni en mantener las apariencias y pasan por el lugar de trabajo cuando les viene bien o cuando les apetece, saludando efusivamente y haciendo alguna bromita digna de ser incluida en un espectáculo de la gira de Las Virtudes. Normalmente su grado de caradura es inversamente proporcional a las molestias que ocasionan a los curritos, así que cuanto más morro tengan, menos darán la brasa. Esta característica los hace más sobrellevables para la parte de la población que tiene que soportarles.
El controlador obsesivo: Esta subespecie surgió a consecuencia de una mutación genética sufrida por un especímen varias generaciones atrás. Nacen con el complejo de estafados y creen que todo el mundo les tima. Piensan que el electricista les cobra más de lo que debería, que en la carnicería trucan la balanza para proporcionarle menos género por el mismo precio y por supuesto están seguros de que sus subordinados se tocan las narices durante la jornada laboral. Sospechan que no cumplen el horario, que no atienden sus funciones y que no realizan sus tareas (supongo que cuando las ven terminadas deducen que las han hecho los gnomos durante la noche, pero bueno, es sólo una hipótesis). Su solución es controlar a todo y todos durante las 24 horas del día: llaman cada dos minutos para comprobar que estás en tu puesto, piden que les mandes copia de cada correo que envías y exigen un informe de cada movimiento que realizas, incluido tapar y destapar los bolis.
Por supuesto, hay cruces entre todas las modalidades que dan lugar a los sujetos más originales y coloristas. La única característica común y permanente es el tocapelotismo extremo, para desgracia de los curritos, claro.
Mi exjefe el arquitecto era un escaqueador nato con tendencias a tirártelo todo por los suelos cuando decidía hacerte caso aunque fuesen cosas que había ordenado él(terminé apuntando todo lo que él ordenaba en la agenda por si las moscas) que además nos hacía rellenar unas fichas poniendo en qué gastábamos cada media hora de trabajo.
ResponderEliminarUn mix de lo mejor de todos, vamos.
Me atrevería a añadir uno más a tu catálogo: el veletoide, que es el que me ha tocado a mí (jefa en mi caso) que unas veces nos trata de amigos chachipirulis con los que compartir chascarrillos y otras se sube a la tarima y nos fustiga y no permite familiaridades. Nunca sabes de qué pie va a cojear cada día así que los curritos no nos fiamos ni un pelo.
ResponderEliminarCattz, es verdad, los peores son las mezclas de tipos de jefes... siempre tienen una "sorpresita" preparada y nunca buena.
ResponderEliminarJuanRa, bien visto, los veletoides me parecen de los más peligrosos... como no los ves venir no puedes prevenirlo ni defenderte. Un horror. XD