jueves, 26 de enero de 2023

Ponerse en lo peor y cañonazos

Cuando nada es seguro, todo es posible.

Así reza el dicho. Se supone que debería ser una cita motivadora, de estas que ayudan a prepararte mentalmente para comerte el mundo. Si las entiendes en el sentido adecuado, claro. Si las pillas en dirección contraria.. la puedes liar.

¿Y que hago yo habitualmente? Liarla, of course.

En mi descargo diré que a mi me pasan cosas raras toooooooooooodo el tiempo. No hace falta más que un ligero repaso a este blog para comprobarlo y eso que aquí no cuento ni la mitad de la mitad de la mitad de mis movidas rarunas. Aún así, a lo mejor tampoco soy especial y el resto de la peña también se pasa el día de Expediente X en Expediente X. A saber.

En todo caso, lo cierto y fijo es que yo suele salir de Guatemala con un golpe de estado de la calefacción en medio de una escalada histórica de precios energéticos para entrar en Guatepeor con un MierderTsunami, por ejemplo. Así que, por costumbre, se me ha quedado el dañino hábito de ponerme en lo peor ante cualquier contratiempo. ¿Y que hago cuando me pongo en lo peor? Entrar en pánico y matar moscas a cañonazos.

Un ejemplo. Cuando la semana pasada llegué a mi superguarida por la noche después de todo el día fuera de casa (y, por lo tanto, con la calefacción apagada) y noté una agradable calidez en lugar del frío polar que era esperable en esas circunstancias, activé la alerta roja. Al instante, sin reflexionar. Ni siquiera me pasaron por la mente alguna de las muchas explicaciones sencillas que podría tener semejante misterio. Yo di por hecho que era un remember del golpe de estado térmico y que había que cortar aquello de raíz antes de que Gas Shalala volviera a vaciarme la cuenta bancaria y acabara debajo de un puente (o en el fondo del río, por morosa). Así que rauda y veloz fui al cuadro de mandos, cerré la llave de paso general, me mentalicé para morir de hipotermia sin radiadores ni agua caliente y empecé a buscar la pistola para amenazar a mi casero y las cadenas con las que me iba a atar a la sede de los del gas para que me arreglaran aquel pifostio lo antes posible. Y no me pinté lineas azules y blancas en la cara al estilo Brave Heart porque con los dedos congelados no me respondían, que si no, también.

Dado como he empezado esta entrada, imagino que ya supondréis que, por suerte, esta vez mi sistema de climatización no se había rebelado y no he tenido que amenazar a nadie con armas de fuego ni encadenarme a ningún lado. Y lo agradezco, ¿eh? Desde luego. Pero lo cierto es que que el 95% del mal ya está hecho porque en mi mente, en mi ánimo y en mis niveles de ansiedad eso se ha vivido. El mal rato lo he pasado. ¿Que lo he pasado calentita y pudiéndome duchar sin cubitos de hielo, al estilo de los de videos reguetoneros en los que lloran en su limusina? Pues sí, tenéis razón. Pero es un mal rato igual.

No sé si me estoy explicando. Lo que quiero decir es que ponerse SIEMPRE en lo peor es vivir lo malo dos veces y lo no tan malo multiplicado por dos. Si una vez entre un millón imaginarse catástrofes te sirve para prevenir y por tanto esquivar alguna movida turbia, no merece la pena. Precisamente por eso, porque es una vez entre un millón y las 999.999 restantes lo pasas mal sin necesidad. O mucho más mal de lo que haría falta.

Así que, niños, ponerse en lo peor no. Ponerse en lo peor, caca. Hacedle caso a la tía Speedy, que para su desgracia, habla por experiencia.

4 comentarios:

  1. Muy buena reflexión. Ahora solo te queda tenerla presente y aplicarla ;-)

    Besos.

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  2. Cómo puede ser que siempre te persiga el caos.:)

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  3. Anonimo, sospecho que eres Pseudo en modo incógnito porque eso mismo me lo has dicho muchas veces. Y tienes razón jajaja

    Devoradora, y ahí viene cuando la matan, claro ;P

    Cabronidas, esa misma pregunta me hago yo siempre. Si consigues desvelar el misterio, me cuentas ;P

    Speedy

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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.