Tras varios años alejada de los escenarios (siempre he esperado el momento de poder utilizar e la vida real esta frase típica de artículo de prensa rosa) he vuelto a meterme en una movida teatrera. esta vez un poco distinta a lo habitual, porque es teatro sin texto, es decir que se inventa la escena en tiempo real, tal como se te va ocurriendo. ¿Qué implica esto? Que el nivel de locura siempre presente en cualquier proceso creativo crece exponencialmente.
Esto quiere decir que una vez a la semana yo asisto a charlas de móviles invisibles en un idioma inventado mezcla de alemán y portugués. Que veo a un pianista acudir a un brujo para que le arregle los dedos, que se le han quedado anquilosados en forma de cuernos de tanto tocar. Que presencio una visita al cementerio que acaba con una huida en paracaidas para escapar de los zombies. Que colaboro para inventar una religión nueva porque alguien sin querer ha pisado una hormiga que era la reencarnación de Buda y el budismo se ha acabado. Y todo así, ya os hacéis una idea.
Me alucina darme cuenta de los surrealismos que tenemos todos en la cabeza cuando nos fuerzan a inventar en vivo y en directo. Como nos influye el día que hayamos tenido, nuestros gustos, nuestras fobias, nuestras obsesiones. Como algunos en medio de cualquier surrealismo terminan metiendo siempre humo de tabaco y bendiciones, o mezclando en el bullullu a algún superhéroe o al actor de moda de Hollywood o los que acaban todas sus historias con explosiones o muertos.
Me flipa también ver lo que tengo yo en la mente, ahora que estoy en una de los bloqueos creativos más heavys que he pasado. A pesar de este entumecimiento cerebral, he conseguido convertir piratas en directores de orquesta, denunciar a Llados por piratearme el canal llenándome los comentarios de gente que odia tener fucking panza y acabar en comisaria con Brad Pitt por intentar escapar en tirolina de una montaña rusa averiada.
Miedo me da lo que me queda por delante.
Pues ni tan mal...
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