lunes, 20 de enero de 2025

Dolor podrido

Me imagino que se junta el hambre con las ganas de comer. Por un lado esta rabia, esta furia por la sensación de estar siendo castigada injustamente. El enfado monumental, la indignación de sentirte timada, estafada, robada. Y luego viene la desesperanza más absoluta.

Porque para sobrevivir al dolor más intenso que has sufrido, tú inventas una historia, un cuento en el que semejante daño tiene sentido. Lo necesitabas para darte cuenta de una carencia y ponerle remedio. Era un ensayo general con suplentes que te iba a preparar para el estreno de verdad. Y gracias a esta explicación consigues seguir adelante.

Pero luego pasan los meses y el estreno no llega. No aparecen las estrellas del reparto y no hay ocasión de poner en escena eso que con tanto sufrimiento tuviste que aprender. Y entonces se te cae el relato que te mantenía en pie y sólo te queda una herida que no cicatriza ni a tiros y un dolor que se ha podrido con el tiempo y se ha ido filtrando hasta el último rincón de tu alma.

Ahora corre por tus venas ácido sulfúrico que está corroyendo tu positividad, tu energía, tu sentido del humor, tus fuerzas, tu fe, tu esperanza. No te queda nada dentro para volver a ponerte en pie. Nada.

1 comentario:

  1. Es normal sentirse así cuando el dolor y el cansancio parecen no tener fin. Pero, aunque ahora todo pese, confía en esto: no eres tus circunstancias. A veces, el único paso necesario es darte permiso para parar y respirar.

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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.