martes, 5 de marzo de 2024

OT y la lucha

Soy de las pocas españolas con cierta edad que no vieron el primer Operación Triunfo. Me enteré de cosas porque era imposible no enterarse, pero no me despertó ningún interés. Después he visto trozos de algunas de las siguientes ediciones y cuando he llegado a conocer a alguno de los concursantes sí que me he vinculado algo más. No por el reality como le pasa a la mayoría, sino por la narrativa.

Lo leí el otro día en una de las tronchantes crónicas de Juan Salguino y es verdad. OT engancha por la narrativa del programa, porque ves jóvenes ilusionarse, progresar, vencer dificultades, superarse. Porque ves a chavalillos haciéndose la gran pregunta "¿quién soy?" y a veces encontrando la respuesta. Y eso, como un partido reñido de cualquier deporte, tiene mucha épica.

A mi lo que más me llama la atención es la forma de afrontar los malos momentos. Será porque yo trabajo fatal bajo presión, cuando las cosas se complican lo veo todo negro y me hundo, pero la gente que se crece ante la adversidad me flipa. No sólo la que en los momentos clave consigue sacar su mejor versión, a pesar de los nervios. También esos que saben darle la vuelta a algo que ha empezado mal. Los que mantienen la buena actitud, la positividad. Los que no lo dan todo por perdido, los que REALMENTE creen que tienen una oportunidad para conseguirlo y la aprovechan. Aunque las apuestas estén contra ellos. Aunque el horizonte se vea negro tizón. 

Y yo pienso que la clave es esa, que su esperanza es REAL, cierta, que DE VERDAD creen que la victoria es posible. No lo intentan por si acaso. No piensan que hay que lucharlo hasta el final por quedarse tranquilos. En el fondo de su corazón sienten que puede salir bien. Están convencidos que a veces tirar desde el otro lado de la cancha en el último segundo puede convertirse en un partido ganado.

Admiro a esa gente porque a mi eso me parece un prodigio, un milagro, un imposible. Mi tendencia natural es a matar toda esperanza, lo que (estoy segura) me suele conducir a fracasos que no tendrían por qué serlo. Aún así lo intento siempre, para que no se diga.

Cuando me dejan, claro.

Hay veces que no depende de ti. Que hay otras personas que tienen que querer dar la batalla contigo y no quieren. Que no te permiten saltar al campo a lucharlo hasta el pitido final. Y eso es lo peor porque te comes el fracaso en vacío, sin el mínimo consuelo de haberlo peleado al máximo. Y encima actúa como una calza que mantiene la puerta abierta y dificulta que des carpetazo al asunto, que se te queda enganchado en bucle en la cabeza.

Las puertas entreabiertas son la hez. Ojalá no os toque sufrir ninguna.

2 comentarios:

  1. Qué buena reflexión. A veces pasa. Recuerdo la frase de un chaval que me dijo vamos a perder el partido, pero dejame salir para perderlo también yo. Lo saqué.

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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.