domingo, 2 de octubre de 2022

Concursando (cuenta atrás 8)

Últimamente mi vida parece un concurso de televisión. Bueno, en realidad una mezcla de varios de estos formatos. Hay veces que la cosa se pone tan surrealista que de verdad pienso que los telespectadores en casa se tienen que estar partiendo la caja.

Toooodas las calles de los alrededores de mi curro actual están en obras, lo que me convierte en una participante de Humor Amarillo para conseguir llegar a trabajar cada día. Hay tantísimas vallas, socavones y obstáculos en general que te dan ganas de disfrazarte y gritar a la cámara antes de empezar el recorrido, como hacían en el mítico programa. Después de desesperarte yendo y viniendo por vías aleatoriamente cortadas, llegas a las conclusión de que te han metido en alguna especie de laberinto y que cuando menos te lo esperes te saldrá algún bicho peligroso tipo minotauro. Si tiene suerte y consigues encontrar una salida antes de ser devorado, te toca atravesar el desierto del Sahara. Todas las calles tienen el pavimento levantado y hay tierra en lugar de asfalto, así que allí puedes elegir tu propia aventura: o hace viento y eres castigado con latigazos de polvo en suspensión o ha llovido y necesitas escapar como puedas de las arenas movedizas que se forman a cada paso. No hay aceras, por lo que han puesto una rampa para salvar el desnivel de la entrada de mi trabajo. Y allí, sí que sí, miras a todos lados para ver por dónde te va a venir la bola gigante que te golpee y te tire al agua. Todos los concursantes que llegaban al final del circuito caían con la bola. No tienes escapatoria.

Si por algún milagro de la vida, logras cruzar sano y salvo, entras a mi curro y a la Isla de las Tentaciones. Desde luego, no hay una concentración tan alta de Cuerpos Danone por metro cuadrado como allí, pero de arena estamos a la par. Aquello parece la playa de toda la tierra que nos llega desde las obras. Que nos falta una tumbona, una piña colada y encender un fuego para poder montar nuestra propia hoguera de la confrontación. De hecho, todos vivimos con el miedo de que se forme alguna movida laboral, te encuentres con Sandra Barneda diciendo: "hay imágenes para ti" y te vea toda España liándola parda.

Pero sin duda el más emocionante de los concursos vitales en los que me veo últimamente metida aún no se ha emitido en televisión y es una pena, porque yo lo considero un filón. Lo titularía Atrápame ese tren y consistiría exactamente en eso, en lograr adivinar cuando va a pasar el cercanías que necesitas, lo que es, desde luego, un arcano indescifrable. ¿Sabéis los horarios que hay en las estaciones y se pueden consultar en internet? Pues yo creo que los hizo algún friky del Excell para entretenerse, porque desde luego una lista exacta de las horas a las que  circulan lo trenes no son. Ni se acercan, vaya. Los  cercanías son unos vagones con fuerte personalidad que se mueven cuando y por donde les sale del mismísimo unicornio. Les va a ordenar a ellos nadie, vamos, hombre, sólo faltaría...

Así pues tú esperas en el andén como quien ve por a tele el sorteo del Gordo de Navidad, sin perder la esperanza de que tu número sea el agraciado y puedas cogerlo y llegar a tiempo a trabajar. Sólo por entretenerte y no por el utópico deseo de entender algo, empiezas a elaborar teorías para predecir el avistamiento de convoyes: si este que es el F13 está pasando 17 minutos tarde, entonces el siguiente llegará con unos 20 minutos de retraso. Pero ay, amiga, nunca puedes fiarte, porque puede que el próximo haya salido madrugador (como el Gordo de la lotería), pase 3 minutos antes de su hora y te deje en tierra sin un remordimiento ni medio. ¿Sabes esa creencia popular de que un tren puede retrasarse pero nunca iniciará su recorrido antes de lo fijado? Pues otra mentira que nos colaron en la infancia, como lo del Ratoncito Pérez.

Y todo ello hablando de estar en el andén, donde aún eres libre para decidir esperar, tomar otro tipo de transporte, llamar a un taxi o pegarte un tiro en la sien de pura desesperación. Sin embargo, los cercanías son trenes de personalidad tan fuerte que si están a gusto contigo, pueden optar por encerrarte durante el trayecto para poder disfrutar más tiempo de tu compañía. ¿Cómo? Deteniéndose dos millones de horas en cada una de las estaciones perdidas en la nada absoluta que hay entre tu origen y tu destino. Saben que no te bajarás, porque ¿qué ibas a hacer tú en medio de la nada? Así que te resignas a tardar el doble o el triple de lo habitual y todos contentos. Ellos más que tú, todo sea dicho, pero, ¿has venido a las instalaciones de Renfe a ser feliz o a viajar? Ah, pues eso

En verdad en verdad os digo: semejante despliegue de medios, caos supremo y mala leche me parecería un despilfarro tremendo si no se monetizara de algún modo. No sé, qué te diga yo: apuestas a ver quién consigue hacerte llegar más tarde al curro, tarjetas-regalo con cupos de sufrimiento y frustración que pueden infligirte...  Las posibilidades están ahí, sólo es cosa de echarle una pensada. A mí, desde luego, ya me parece oír al otro lado de la pantalla las risas del público descojonándose de mi desesperación a cada nueva putada que me hacen. Y a lo mejor no son unas risas tan imaginarias como pudiera parecer...

2 comentarios:

  1. Humor amarillo ha sido el mejor concurso que ha existido y vuelve en 2023. Y Takeshi Kitano será siempre el amo.

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  2. Lo de los cercanías es una pena y una vergüenza. Están igual en todas partes: hay pocos y poco fiables. Yo sospecho que los están boicoteando.
    Si los trenes fueran fiables y abundantes, seguro que mucha gente los utilizaría y nos ahorraríamos atascos, combustible y contaminación.

    En fin, qué se le va a hacer. Paciencia.
    ¡Que tengas buena semana!

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¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.