viernes, 9 de noviembre de 2018

Fiebre y sueño

Pues resulta que...

((¡Ajá! ¿Ya os creíais que la siguiente palabra era GimnasioMan porque últimamente estoy con el temita más pesada que matar un cerdo a besos, ¿eh? Pues no, esta entrada no va de eso, listos, que sois unos listos. Aunque, mira, sólo por llevar la contraria, le voy a meter igual, aunque sea con calzador. ¡Por listos! jajaja))

Hace muchos días que no veo a GimnasioMan (¡¡toooma, ahí lo lleváis!!) porque he estado mala malísima y no he podido hacer nada con mi vida que no fuera dormir y trabajar. Trabajar he trabajado porque la maravillosa Sanidad Pública Española no ha considerado necesario atenderme hasta hoy para darme medicamentos y la baja laboral y dormir he dormido porque, a falta de drogas legales, era mi única manera de luchar contra los virus. Fiebre y sueño. Y de ambas cosas he tenido para dar y regalar.

Aportaré un dato esclarecedor para que se entienda mi argumento. En la última semana habré dormido una media de 16 horas diarias. Sin exagerar. Llegaba al borde de la muerte de trabajar, caía literalmente desmayada en la cama (sin ponerme pijama, ni quitarme zapatos ni ninguna acción intermedia) y allí me quedaba hasta que a la mañana siguiente me arrastraba como podía a la ducha. Abría un ojo cada cinco horas para comprobar que aún sentía agujas incandescentes clavadas en mi garganta y que no me tocaba aún volver al curro y seguía durmiendo hasta otras cinco horas después. Así como os lo cuento.

Sé que pensaréis que exagero (no sé por qué, si este blog no es nada de exagerar) así que aportaré un segundo dato aún más esclarecedor. Llevo una semana entrando a mi cocina a oscuras con la única luz de la campana extractora de humos. ¿Por qué? Porque el primer día del ataque de los virus se fundió la bombilla y no he sido capaz de cambiarla. Subirme a una silla tal y como me encontraba me resultaba más duro que escalar el Everest, así que hacía todo lo que hubiera que hacer prácticamente a tientas. Por suerte, tal y como estaba, cocinar no entraba en mis planes, pero a saber como lo he dejado todo con lo poquísimo que he hecho. Estará como si hubiera pasado un tornado, ya lo estoy viendo. Hoy que me encuentro un poco mejor mi intención es evaluar los daños, pero vaya, igual no tengo ánimos, ¿eh? Ya os lo digo.

Porque esa es otra, para haber dormido tanto estoy como si me hubiera pasado un tren por encima. No puedo con mi vida. Se ve que mi cerebro desconectaba para dejarles todas las energías a mis anticuerpos en lucha encarnizada contra los malvados virus. Casi podía notar físicamente la batalla que se estaba librando dentro de mí. De hecho, en más de un sueño he visto a los personajes de esa preciosidad de serie que era Érase una vez la Vida.





Había tal liada en el interior de mi cuerpo serrano, que hasta he perdido peso. Dos meses matándome en el gimnasio sin conseguir adelgazar un gramo y resulta que sólo tenía que estar al borde de la muerte una semana para quitarme de encima los kilos que me sobraban. Bueno, pues ni tan mal, oye. Vamos a quedarnos con la parte positiva...

(Y especialmente dedicado a los listos del primer párrafo, una segunda mención de propina: Cuando me vea GimnasioMan con mi nueva talla, no me va a reconocer... jajaja)

3 comentarios:

  1. Lo malo de lo que se pierde así es que vuelve rápido jejeje

    ResponderEliminar
  2. Pues eso, no hay mal que por bien no venga.

    ResponderEliminar
  3. PapaCangrejo, que negatividad, por favor!! jajajaja

    Pseudo, pues eso ;P

    ResponderEliminar

¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.