viernes, 27 de enero de 2017

El Ayuno Involuntario

Ya os lo dije, después de sangre, sudor y lágrimas mi guerra contra los kilos empezó a dar unos frutos medio aceptables. El objetivo final no lo he conseguido porque ya me olía yo que era mucho cartucho, pero lo que he logrado no está mal. Por lo menos entro en mis pantalones imposibles que, oye, algo es algo. El tema es que noto que los gramos polizones que se me colaron al abordaje no andan lejos y que están escondidos, acechando para volver a subirse a mi barco en cuanto me descuide. Y a eso viene esta entrada, a contaros la estrategia que voy a desplegar para defenderme del bombardeo calórico. ¿O ya os habías creído que actualizaba sólo para presumir? Mal pensados...

En fin, que mi plan se llama El Ayuno Involuntario porque, aunque nadie me obliga a hacerlo, me está trayendo por la calle de la amargura y cualquiera diría que lo hago (o lo intento hacer) por propia voluntad. El caso es que cada vez leo en más sitios los beneficios del ayuno no sólo para perder peso sino para mantener la salud del organismo. En esta cuestión hay mucha tela que cortar, así que no voy a irme para lo hondo y sólo os voy a explicar el que practico (o intento practicar) yo: El Ayuno Intermitente.

Para saber bien en qué consiste, mejor pincháis en el link. Pero en breve viene a ser que si cada día aguantas sin comer 16 horas seguidas y comes más o menos lo que quieras (moderadamente, claro) en las ocho restantes consigues mantener las calorías a raya. Yo lo he hecho durante algunas temporadas y me ha funcionado bastante bien. Además no me costaba ABSOLUTAMENTE ningún esfuerzo, así que todo eran ventajas.

Y vosotros diréis: Si antes lo llevabas tan guay, ¿por qué ahora vienes a lloriquear en el blog con sufrimientos ayunantes? Y la respuesta se resume en una palabral: gimnasio.

Y es que yo antes ayunaba por la mañana, es decir, ocho horas (las de sueño) sin comer y las otras 8 matinales (hasta el mediodía) sin probar bocado. Eso sumaba dos tercios de día ayunando sin el menor sacrificio porque nunca tengo ganas de desayunar ni picar nada en esos momentos. Y cuando me llegaba el hambre (a partir de las dos) ya estaba permitido comer casi de todo, dulces y caprichitos incluidos. En esa franja horaria devoraba, claro, pero en conjunto era un chollo total.

Ahora el chollo se me ha acabado porque voy al gimnasio al mediodía y si bien nutrida no aguanto el tirón en las clases, imaginaos si aparezco sin comer nada en las 16 horas anteriores. No pasaría ni de la puerta, como si lo viera. Eso implica que he tenido que mover mis rutinas ayunantes, comer todo lo que pueda antes de hacer ejercicio y no comer naaaaaaada durante las 16 horas posteriores a la paliza. Y claro, se me hace bola.

Se me hace bola desayunar (aunque eso es lo de menos, ya me estoy acostumbrando y el otro día me trapiñé a las ocho de la mañana unos macarrones con tomate que no se los salta un gitano). Pero SOBRE TODO se me hace bola no poder comer nada desde las cuatro de la tarde. Estoy muyyyy habituada a merendar y cenar y me cuesta la vida misma aguantarme las ganas de picar algo cuando estoy en casa. A la salida del curro a veces tengo tanta hambre que miro la foto de una vaca y me imagino chuletones, como el pobre león de Madagascar. Un horror.

Lo curioso es que no debería estar tan canina, porque a mi cuerpo le aporto los mismos alimentos que antes, sólo que más temprano. Y de hecho la sensación de vacío en el estómago no la siento. Pero tengo tan asociado el final del día a sofá, ordenador y comida que es un sufrimiento que me lo quiten. Supongo que será parecido a esos exfumadores que ya no sienten el mono de tabaco pero que lo pasan mal si toman un café sin un cigarro. Por eso, porque lo tienen asociado.

En fin, yo aquí estoy, cambiando hábitos (o intentándolo). Por si acaso, un consejo: si por casualidad os encontráis con una superheroína de mallas verdes a partir de las ocho de la tarde, cruzaos de acera... puede que os muerda un brazo.

Que no lo digo por propia experiencia, ¿eh? Que a mí me lo han contado ;P

4 comentarios:

  1. Si a ti te funciona no digo nada, pero yo siempre había oído que eso de ayunar durante X horas es peor, porque luego entran más ganas de comer y la gente se da atracones. En su lugar pensaba que lo bueno era comer muchas veces al día (desayuno, media mañana, comida, merienda y cena), pero en cantidades pequeñas.

    En fin, espero que aguantes bien y... no sé, come chicle o algo así. :D

    ResponderEliminar
  2. Va yo no podría, si no como algo cada dos o tres horas me mareo y todo jajaja suerte

    ResponderEliminar
  3. Soy totalmente contraria a los ayunos.
    Soy de comer cinco veces al día.Eso sí, poquitos...

    ResponderEliminar
  4. Tarambana, en todo lo que nos han enseñado siempre de dietas y maneras de comer hay muchos intereses comerciales. ¡Qué casualidad que los estudios que dicen que hay que tomar cereales por la mañana los ha financiado Kellogs! ;P No sé, creo que mucho de lo que nos han enseñado de siempre son mitos interesados. Hay que informarse bien y luego hacer lo que a cada uno le vaya mejor. A mi no comer por la mañana no me suponía ningún esfuerzo, luego tenía hambre (como es normal) pero no me daba atracones, porque mi cuerpo funcionaba bien así. Sin embargo no comer por la tarde sí que se me hace muy duro.

    PapaCangrejo, cada dos horas? jajaja, eso es todo un record!

    Pseudo, sin embargo a mi comer muy poquito cada vez significa no quedarme nunca saciada, lo que se traduce en tener sensación de hambre todo el día...¿Ves? Si al final es hacer lo que a cada uno le vaya mejor.

    ResponderEliminar

¡Eh, no te vayas sin decir nada! No tengo el superpoder de leerte la mente.