Lo peor no es que se acabe, sino todo lo que se pierde, lo que se te queda en las manos, en la punta de los dedos.
La canción con la que ibas a decirle te quiero por primera vez. Esa ideaza para el regalo de su próximo cumpleaños, de los siguientes Reyes Magos. El nombre increíble que se te había ocurrido para el cachorro que ibais a adoptar. Los textos flipantes que te había inspirado y que ibas a dedicarle. El viaje de cuento que habías buscado para el verano. Las mil soluciones que se te habían ocurrido para los problemas de su curro. Las perchas que habías comprado para sus cosas. La lista de restaurantes que ibais a probar. Todo lo que ibas a contarle a él y a nadie más.
¿En qué contenedor va todo eso? ¿Se lleva al punto limpio?
Yo creo que eso ya no se puede reciclar. Prenderle fuego y cenizas al viento.
ResponderEliminarYo lo escribiría y después lo destruiría, para que no se me quedase dentro.
ResponderEliminarEscrito en papel y a la hoguera de San Juan. Y ya vendrán otros vientos...
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